En mi experiencia académica y profesional, he podido conocer excelentes egresados de universidades mexicanas, entre ellas la UAQ y la UNAM, así como magníficos profesores investigadores  de instituciones de educación superior de nuestro país que también podrían realizar esa labor en universidades de países de primer mundo.

Recuerdo una reunión que sostuvimos en París rectores de universidades mexicanas y francesas, auspiciada por los gobiernos de México y Francia para alentar la cooperación, se trató el tema de la diferencia de condiciones que se tenían en el perfil académico del profesorado, porque en las universidades francesas normalmente los profesores tenían el grado académico de doctor y en las mexicanas se tenían profesores con el grado de doctor, maestría o licenciatura, dependiendo del nivel en que impartían sus cátedras.

En esa ocasión en que nos reunimos en el Instituto Pasteur en París, algunos representantes de universidades francesas cuestionaron que los profesores de las universidades mexicanas no tuvieran todos el grado de doctor, por lo cual intervine citando que la historia de las universidades de América Latina era otra, estaban en otra fase de desarrollo, pero que sí existían en México excelentes profesores y magníficos egresados de licenciatura, maestría y doctorado.

Asimismo, también había conocido egresados de universidades europeas con el grado de doctor que no necesariamente cumplían con la formación adecuada.

En la década de los noventa y posteriormente, en México se ha promovido que los profesores universitarios obtengan grados académicos de maestría y preferencialmente de doctorado, lo que ocurría en la misma UAQ, que en mi gestión como rector desarrolló su Plan Institucional de Desarrollo, el cual incluía favorecer la contratación de personal académico con el grado de maestría y preferencialmente de doctorado.

El gobierno federal, a través de la SEP, impulsaba que los profesores de las universidades públicas mexicanas avanzaran en elevar los grados académicos que tenían sus maestros, ofreciendo becas para tal fin, lo mismo hacía la propia UAQ con toda firmeza y convicción.

El Conacyt apoyaba financieramente la repatriación de becarios egresados en el extranjero para integrarse a las universidades mexicanas, además del apoyo económico para que profesores de prestigio de universidades extranjeras se incorporaran a las instituciones mexicanas a través de las denominadas cátedras patrimoniales. De todo eso la UAQ resultó favorecida. El Sistema Nacional de Investigadores se sumó de manera muy apropiada para fortalecer la investigación, con los recursos que otorgaba a los profesores según su productividad.

Asimismo, en la UAQ se generó el programa de estímulos a la investigación para los profesores, de acuerdo con sus logros en el avance del conocimiento y también se otorgaron becas a los alumnos que participaban en la investigación.

La UAQ ha recibido estudiantes provenientes de diversos países avanzados, en estancias de investigación y cursando materias regulares que imparten nuestros profesores.

En México existen buenas universidades, que siguen mejorando sus programas académicos y sus productos. (Continuará

Ex rector de la UAQ

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