Conocido como cerusa, blanco de plomo, blanquíbolo o blanco de España, es uno de los más famosos pigmentos dentro de la paleta de color del artista hasta el siglo XIX, y el primer pigmento enteramente sintético y altamente tóxico. En su tiempo envenenó a pintores y obreros industriales, a mujeres que buscaban remedios de belleza y hasta a niños pequeños que jugaban con objetos pintados de blanco, y a quienes atrajo su extraño sabor dulce.
Para la preparación del plomo blanco se utiliza la misma receta que en los años 300 a.C., las instrucciones para el proceso fueron repetidas a lo largo de la historia por muchos autores de la literatura química y de alquimia. Los usos de la cerusa se describieron como un pigmento de uso general o bien como pintura de caballete, además de uso cosmético.
“El plomo se coloca en vasijas de barro sobre vinagre, y después de haber adquirido una capa gruesa de una especie de óxido, lo que comúnmente hace en unos 10 días, abren las vasijas y lo raspan luego colocan el plomo sobre el vinagre una y otra vez, repitiendo una y otra vez el mismo método de rasparlo hasta que se haya disuelto por completo. Lo que ha sido raspado, luego se pulveriza y hierve durante horas, y lo que finalmente se encuentra en el fondo de la vasija es ceruse”. La acción del ácido (vinagre) sobre el fino metal (plomo) causaba una reacción química y dejaba un depósito blanco de carbonato de plomo dando paso al pigmento final.
Las vasijas de barro se llevaban a una mesa de separación, donde al rasparlas y golpearlas se eliminaba el blanco de plomo de las vasijas. Uno de los beneficios del proceso fue que no fue necesario secar la pasta del compuesto de plomo, eliminando su agua. Todo lo que se necesitaba era moler la pasta con aceite de linaza, y el blanco de plomo tomaba el aceite y eliminaba el agua residual, para dar la correspondiente pintura en aceite.
En época de Rembrant los holandeses adoptaron un tercer y repugnante ingrediente, el estiércol. Con el fin de producir no solo el calor para evaporar el ácido, sino también el dióxido de carbono que transformara la sustancia de acetato de plomo en sencillo carbonato de plomo. La habitación se sellaba y se dejaba cerrada durante noventa días, que era el tiempo de oxidación para tener listo este nocivo color.
El albayalde se había empleado generosamente en cremas faciales y maquillaje desde la época egipcia; las damas romanas tenían plena confianza en él, y las geishas japonesas también lo utilizaban: hacía un hermoso contraste de piel blanca muy similar a la porcelana. La enfermedad que surgía tenía dos nombres el “plumbismo” por el plomo, o bien “saturnismo” porque el plomo se relaciona tradicionalmente con el planeta Saturno, que al parecer dota de melancolía a quien nace bajo su influencia. Un ejemplo es que quien se aplicaba estas cremas primero habría experimentado una sensación de letargo; en 1870 lo habría achacado al uso de corsés. Luego, habría dejado de dormir, lo que hundiría las pálidas mejillas, que en la época victoriana era la idea de cómo debía ser una mujer, “pálida como una muerta”. Más tarde empezaría a sentir las piernas un poco inseguras. Pronto aparecería el estreñimiento, y retención de líquidos acompañado con vómitos y posterior a esto el envenenamiento sería tan avanzado que fallecería a causa del uso del maquillaje.