Para el color de hoy tenemos que remontarnos al siglo II, cuando unos alfareros chinos de la región de Yue inventaron los primeros celadones. La palabra Celadón no sólo se refiere a un tipo de cerámica propia de China, sino que también hace referencia a ese color verde azulado tan característico, similar a la bruma de un bosque. Por la dificultad que conllevaba conseguir ese tipo de color en las cerámicas y su rareza, estas piezas se conviritieron en sumamente apreciadas.

El término «celadón» para describir este tipo de cerámica proviene de Europa, y se cree que fue inspirado por el nombre del personaje Céladon, el protagonista de la novela pastoral Astrea escrita por Honoré d’Urfé, que fue muy popular durante el siglo XVII en Francia. Céladon era un pastor cuyo atuendo, especialmente su capa de color verde pálido, se asoció con el tono verde distintivo de la ceramica china. La cerámica luego adoptó este nombre en Europa como una forma de describir su singular color verde.

Por lo general es un verde grisáceo, pese a que los colores pueden variar enormemente, de los azules a los grises, los ocres e incluso los negros estas cerámicas se caracterizan por la presencia del hierro en la arcilla y el óxido de hierro, el óxido de manganeso y el cuarzo en el esmalte. Las piezas se suelen cocer a algo menos de 1.150 grados y se reducen drásticamente los niveles de oxígeno a mitad del proceso. Muchos presentan una leve red de fisuras en el esmalte, tan finas como la nervadura de una hoja, que se produce de forma intencionada para que la superficie recuerde al jade. A pesar de que el método se originó en China, también se producían cerámicas similares en tiempos de la dinastía Goryeo en la península de Corea entre el año 918 y el 1392 d. C. Incluso en China, había mucha variedad en los estilos, el tono y la estética de las piezas de color celadón producidas en distintas regiones y épocas.

Los primeros celadones que fueron realizados no conseguían tener una aspecto uniforme, con el color repartido de forma que creaba diferencias de color y textura y con numerosas craqueladuras en la superficie de la pieza. Estos primeros ceramistas intentaban reproducir las cualidades del jade: sonoridad, transparencia y resistencia. La técnica de los alfareros chinos se fue perfeccionando y en el siglo VIII, el recubrimiento era ya perfecto. Los alfareros de la provincia de Yue se hicieron particularmente conocidos por su producción de cuencos para té, cuyos colores coincidían con los de la bebida favorita de los intelectuales chinos, quienes los comparan con «nubes verdes capturadas en un torbellino de hielo». Gracias a estos personajes intelectuales, su producción penetró en la corte imperial.

Hacia el siglo X, la técnica de fabricación llegó a su perfección y permitió producir grandes series de objetos de formas puras y con un esmalte profundo, uniforme de color y libre de craquelados. Asimismo, las piezas comenzaron a tener decoraciones incisas en la arcilla, bien de formas abstractas o con motivos florales o animales. La llamada edad de oro del celadón se extendió del siglo XI hasta el siglo XIV en China, durante la dinastía Song y Yuan. Es entonces cuando las piezas comienzan a ser fabricadas más para su contemplación que para su uso diario. Es por ello que comienzan a copiar las formas de los antiguos bronces rituales chinos y se empieza a apreciar un vidriado fino y casi transparente.

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