El arte tiene un gran poder porque puede sorprendernos y sacarnos de nuestra cotidianidad. Aun cuando parece que simplemente imita nuestro mundo de una forma muy apegada a la realidad que percibimos gracias a nuestros sentidos, en realidad crea su propia versión del mundo. Más que copiar lo que ya conocemos, el arte nos ofrece una nueva manera de verlo, transformándolo en algo distinto y único.

Además de ser un medio para mostrar belleza, el arte tiene otra función muy importante: romper con la monotonía y lo ordinario. No se trata solo de representar lo que vemos en nuestra vida diaria, sino de mostrarnos una nueva perspectiva, algo que nos haga ver más allá de lo evidente.

Para lograr esto, el arte juega con nuestra percepción. Primero, recibimos la información visual a través de nuestros ojos, como cualquier otra imagen que observamos en la vida cotidiana. Sin embargo, el arte no se queda ahí. De pronto, nos hace ver las cosas de una forma inesperada, como si nos llevara a otro nivel de conciencia. En este sentido, el arte tiene un componente teatral, pues nos presenta una versión dramatizada o estilizada de la realidad.

La sorpresa es un elemento fundamental en la experiencia artística porque desafía nuestras expectativas y nos obliga a ver las cosas desde nuevas perspectivas; este impacto “sorpresa” no siempre es cómodo o predecible; el arte puede sacarnos de nuestra zona de confort y enfrentarnos con visiones inesperadas del mundo. El arte no es un espejo pasivo, sino un filtro que transforma lo que percibe. Cada obra introduce una visión personal que altera, intensifica o resignifica los elementos de la realidad.

Pensemos en las pinturas de J.M.W. Turner o Vincent van Gogh. Ambos artistas retrataron escenas naturales como atardeceres y girasoles, pero de una manera que no se parece exactamente a lo que veríamos con nuestros propios ojos. Sus cuadros no solo muestran lo que existe, sino que crean una versión alternativa, un mundo que parece paralelo al nuestro. Cuando observamos sus obras, no estamos seguros de si la realidad que conocemos es más auténtica que la que ellos nos presentan. Es como si nuestro sistema sensorial, es decir, la manera en que nuestros sentidos perciben el mundo, se ajustara de una forma diferente.

Por eso, muchas veces, el arte nos impresiona profundamente. Su capacidad de transformar nuestra visión de la realidad puede ser tan poderosa que nos deja sin palabras. Nos obliga a ver el mundo con nuevos ojos y a cuestionarnos qué es realmente “real”. Cuando una obra nos impacta, nos demuestra que la realidad no es algo fijo ni absoluto, sino que puede cambiar dependiendo de la forma en que la interpretemos. Lo “banal” se refiere a lo común, lo ordinario, lo que pasa desapercibido en la vida cotidiana. La obra de arte, al presentarnos una visión alternativa del mundo, nos obliga a verlo con nuevos ojos. De este modo, algo que podría parecer insignificante —como una puesta de sol o una flor— se convierte en una experiencia profunda y trascendental a través del arte.

En conclusión, el arte no es solo una representación de lo que ya existe, sino una herramienta que nos permite descubrir nuevas maneras de percibir y experimentar el mundo. Nos saca de lo rutinario, nos sorprende y, en algunos casos, nos deja completamente maravillados.

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