Decir rosa es algo muy general para hacer referencia a un color, y a un tipo de flores. En cuanto a color, la gama del rosa es muy amplia. Los hay que viran hacia el azul y los que van hacia el rojo. Cennino Cennini en su Tratado de la Pintura, escrito hacia 1390 y considerado el primer compendio de técnica pictórica italiano, nos habla ya del color rosa, que en aquel momento era utilizado para las encarnaciones, pintura de rostros, cuellos, cuerpos, brazos, manos, piernas y pies.

El color se hacía con Sinopia y Blanco de San Juan. Sinopia es un color ocre rojizo que, según describió Plinio en su Historia Natural, tomó el nombre de la ciudad de Sinope, en el Ponto, de ahí que los romanos lo llamaron sinopis. Había tres tonalidades, oscura, clara y media, dependiendo de que tuvieran más o menos rojo. Para las encarnaciones, Cennini recomendaba Sinopia Clara. Pero esto daba tonos rosados, al menos no como lo podemos imaginar en la actualidad, era más similar a un tono melocotón y no un rosa como el que hablaremos hoy.

Gracias a la revolución industrial y el uso de nuevos procesos químicos se obtuvieron mejores y más brillantes variantes de color para los pigmentos artísticos. El color fucsia se introdujo por primera vez como el color de un nuevo tinte de anilina llamado fucsina, patentado en 1859 por el químico francés François-Emmanuel Verguin.

El fucsia es uno de los muchos colores que deben su nombre a una flor y, pese a que las distintivas flores dobles de la fucsia se dan en todos los colores incluidos blancos, rojos, rosas y morados, el tono que ha adoptado el nombre es un llamativo rosa con base azul. Hoy por hoy puede que no se considere un gran honor: el fucsia, según una votación realizada en Inglaterra en 1998, uno de los tres colores que menos gustan y la historia que hay tras la flor es, en esencia, una historia de amor, amor por la botánica. Hipócrates, nacido alrededor del año 460 a. C. en la isla de Kos, es tal vez la primera persona que se conoce que se interesó por la vida de las plantas. Su estudio de estas iba ligado a la medicina: había muchas plantas que se utilizaban para tratar dolencias. Más adelante, otro griego, Teofrasto (hacia 371-287 a. C.) publicó el primer tratado sobre el tema; luego Plinio el Viejo (23-79 d. C.) mencionaría más de 800 especies de flora en su Historia natural, y también Avicena, el filósofo, además de científico y prodigioso autor nacido alrededor de 980 d. C. en Persia, de quien se conservan unos 240 títulos. Y, sin embargo, casi 700 años después, cuando Leonhart Fuchs, que estaba estudiando medicina en Bavaria, empezó su propio estudio de las plantas, era un campo en el que apenas se había avanzado.

Para remediar esa situación, Fuchs empezó a crear un jardín donde plantó toda especie conocida de planta que pudo conseguir. (Todos los retratos de él de esa época muestran a un hombre con una planta en la mano y una expresión de estudiosa concentración en el rostro.) Les pidió a sus amigos de toda Europa, así como a los que se aventuraban a marcharse al Nuevo Mundo, que le enviaran muestras o descripciones de todas las plantas que se encontraran. El resultado de todo ese esfuerzo, la bellamente ilustrada De historia stirpium commentarii insignes (Historia de hiervas y plantas), se publicó por fin en 1542.

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