En América, la cultura nahua asociaba al color rojo con el coral (tapachtli) y al rubí (teuílotl). En las culturas mesoamericanas, éste formó parte importante de la comunicación social y cultural, ya que plasmaron los colores tomados de la naturaleza en su arquitectura, ropa, esculturas, murales, cerámicas y hasta en su propia piel. Adquirió gran importancia visual y esto ayudó a los pueblos prehispánicos  para dejar un gran legado de aprendizaje sobre los tintes y cómo producirlos; el método idóneo para la extracción del pigmento natural se dio con base en muchos años de experiencia e intentos fallidos; las poblaciones de esta zona se hicieron destacar en el manejo y aplicación del pigmento. Por ello, entendemos que, gracias a milenios de sabiduría acumulada, detrás de los colorantes naturales hay una riqueza cultural que sigue latente en la actualidad, sobre todo en nuestro territorio.

Entre los tintes más producidos y usados en la época prehispánica estaban los pigmentos rojos, que comúnmente eran de origen vegetal (como el palo de campeche, el palo de brasil y el achiote) o mineral (como el cinabrio y la hematita); pero el más cotizado y exportado por su coloración y valor en el teñido provenía de un insecto: la grana cochinilla. En náhuatl se llama nocheztli (sangre de nopal o tuna); en mixteco, nduku (insecto sangre) y popularmente se le conoce como grana cochinilla. Se trata de un insecto del cual se obtiene el colorante carmín más significativo y cotizado desde tiempos prehispánicos. La grana cochinilla es un insecto parásito que habita en los nopales, distribuido por su superficie con una apariencia blanca algodonosa que lo protege de depredadores y debajo se esconde el insecto aferrado a la penca.

En Oaxaca, el pueblo mixteco logró desarrollar un método de crianza para este insecto, convirtiéndose en uno de los principales criadores de la cochinilla para su comercialización. En esa etapa, el pigmento les servía más como tributo que los aztecas les exigían; según Cortés, el Códice Mendocino menciona que Moctezuma recibía bolsas de cochinilla de los pueblos de la Alta Mixteca. En Mesoamérica, la grana cochinilla tenía un gran valor por su uso y pigmentación. Se han encontrado aplicaciones de este tinte en objetos y simbología de los pueblos indígenas, como en las pinturas de los amatl (papel amate), en el Códice Borbónico, en decoraciones de cerámica y sobre todo en textiles. La grana era utilizada en los textiles para teñir la vestimenta indígena, mantas y trajes de guerrero, aunque sólo estaba al alcance de ciertos grupos sociales por su alto costo. El rojo mexicano no sólo era referente de poder adquisitivo y social para los indígenas: cuando llegaron los españoles vieron el gran potencial que tenía este tinte y empezaron a exportarlo a España, éste era más valioso que el oro, pero menos que la plata. Se convirtió en el producto más exportado al viejo mundo después del oro en el siglo XVI.

De la hembra del insecto es de donde se extrae la grana cochinilla, la cual se alimenta de la savia del nopal. Lo que convierte al pigmento en un color natural que es muy útil en la industria alimenticia y farmacéutica. Se retiran del nopal con algún tipo de pala para evitar aplastarlos y desperdiciar pigmento en el proceso, después se dejan secar para extraerles el ácido carmínico.

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