En el alto Egipto existía una isla llamada Gypso en la que abundaba el material que hoy se conoce como sulfato de calcio hemihidrato o yeso. Este material fue conocido y usado por los egipcios en sus construcciones. Por estas circunstancias, los griegos, grandes conocedores de los asuntos egipcios, a esta materia la llamaron gypso. Después, los romanos tomaron la palabra y en el latín se dijo gypsum; con el tiempo se volvió solo yeso, tiza o gis. La tiza o caliza originalmente se forma con los lodos marinos, principalmente a base de algas unicelulares que se sedimentan en el fondo marino, y luego el sedimento se va compactando durante millones de años hasta formar una roca suave de carbonato de calcio.

Hay un gran depósito en el sur y el este de Inglaterra, responsable de los acantilados blancos de Dover y hay otro en el noroeste de Europa. La caliza se extrae en grandes bloques que se dejan a la intemperie, lo que facilita el separar cualquier fragmento de pedernal. Luego se muele la piedra hasta entonces sumergida, se lava y se deja sedimentar en grandes cubas. Después se cuela y se deja secar, y por fin se separa en capas. La primera capa, la más fina y blanca, se vende como blanco de París. La capa siguiente, menos fina, se usa para blanco de creta (usado usualmente para preparar las primeras capaz de pintura en el lienzo). Ambas se utilizan para confeccionar pigmentos para bellas artes. La capa más gruesa, destinada a pinturas más baratas y para materiales de construcción, se vende como blanco comercial.

El químico y colorista George Field en su obra Chromatography de 1835, decía “que el artista solo la utilizaba como si fuera un lápiz”. Arnold Houbraken, un artista y autor de biografias holandés, escribió en 1817 que “se cuenta que en una ocasión Rembrandt pintó un cuadro en el que los colores estaban tan cargados que lo podías levantar del suelo con la nariz”. Eso sería posible gracias a la tiza que el artista habría utilizado para darles textura a las pinturas tan densa que saltaran del lienzo, y para que las capas de veladura fueran más transparentes ya que, al tener un índice de refracción bajo, la tiza es prácticamente translúcida disuelta en aceites.

Se utilizaba habitualmente como base en la mezcla del gesso, una pasta de blanco de España. Por más que la base quedara oculta bajo la pintura final, esta contribuía a garantizar que la obra, sobre todo los murales, no se deterioraran tan rápido que el cliente pudiera exigir que le devolvieran el dinero. El escritor del siglo xv Cennino Cennini dedica muchas páginas de El libro del arte a describir con verdadero conocimiento y detalle el proceso de fabricación del gesso de varios tipos. Para preparar uno de ellos, el gesso sotile había que pasarse un mes revolviendo la mezcla, pero según aseguraba el esfuerzo merecía la pena: El resultado será suave como la seda.

Incluso sin una preparación tan primorosa, la historia de la utilización de la tiza en el arte viene de antiguo. El Caballo Blanco de Uffington, por ejemplo, es una de las figuras de caliza más estilizadas creadas en Europa durante la Edad de Bronce. Todavía hoy, sigue cabrioleando orgulloso en la ladera de una loma en las estribaciones de las Colinas de Berkshire, las Berkshire Downs, en el sur de Inglaterra.

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