El encierro en el que vivimos desde marzo de 2020, debido a la pandemia ocasionada por el Sars-CoV-2, ha desnudado las desigualdades económicas y sociales existentes en México. Las diferencias ya estaban aquí, pero no queríamos verlas, no parecían importantes.
Además de la crisis sanitaria, se vislumbra otra crisis: la educativa. Hasta ahora no podemos saber si las estrategias en la materia implementadas por las autoridades cumplirán con el objetivo principal: que los alumnos aprendan. Máxime cuando de un día para otro la manera de impartir y tomar clases cambió de manera rotunda; ahora son por televisión para las escuelas públicas; y por internet para quienes tienen mayores recursos económicos.
Sin embargo, solo el 56.4% del total de los hogares de todo México “goza” de tener una conexión a internet, según revela la Encuesta Nacional sobre Disponibilidad y Uso de Tecnologías de la Información en los Hogares (ENDUTIH) 2019, realizada por el INEGI. Así que el acceso a internet desde casa –donde pasamos todo el tiempo debido a la encerrona- no es universal.
¿Qué pasa con todas aquellas personas que no cuentan con internet? Además de ser un derecho humano declarado por la ONU, ¿internet se ha convertido en un artículo de primera necesidad en medio de una pandemia que impide salir de casa?
En este sentido, la brecha digital es otra de las problemáticas que estaba presente y no había sido atendida. ¿Qué es la brecha digital? Es la desigualdad entre las comunidades que tienen o no tienen acceso físico a las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC). Estas tecnologías han sido definidas por varios académicos como herramientas tecnológicas digitales que facilitan la comunicación y la información.
Sin embargo, hay también un segundo nivel de brecha el cual se refiere a la adquisición de habilidades para un uso productivo de las TIC, es decir, no solo es importante acceder a estas herramientas, sino también saber usarlas.
En el ámbito educativo, la pandemia ha comprobado que gran parte de la población no estaba preparada para usar las TIC más allá del empleo que se le da para entretenimiento, mensajería instantánea o acceso a redes sociales.
Una de las consecuencias de la pandemia es que educandos, educadores y padres de familia han tenido que aprender a usar las TIC.
En este contexto, cobra mayor relevancia la Agenda Digital Educativa, proyecto presentado en mayo de 2019 por la Secretaría de Educación Pública del gobierno federal en turno y cuyos objetivos son otorgar una educación excelencia para niñas y niños así como una capacitación constante para los docentes, de la mano de las tecnologías digitales. El programa pretende la digitalización de la educación “de la que podemos esperar un aprendizaje continuo, personalizado, virtual y en línea para toda la vida y en cualquier espacio y tiempo disponibles”, según se explica en el proyecto.
La Agenda Digital Educativa, que fue incorporada al artículo tercero constitucional en la reforma de mayo de 2019, también hace responsable al Estado de “proveer educación a los ciudadanos, así como brindar los beneficios del desarrollo de la ciencia y la innovación tecnológica, del acceso a las tecnologías de la información y la comunicación, y de los servicios de radiodifusión y telecomunicaciones, incluido el de banda ancha e Internet”.
En medio de los retos que impone la pandemia, como frenar el número de muertes y vacunar a toda la población vulnerable, ¿será posible alcanzar la inclusión digital universal? ¿Se logrará el objetivo de llevar internet a todas las poblaciones del país, incluyendo las de alta marginación? ¿La pandemia nos obligó a usar las TIC y es algo que no tiene vuelta atrás? ¿La pandemia aceleró o frenará la Agenda Digital Educativa?
Norma Saldaña-Valdés
Periodista y estudiante de la Maestría en Comunicación y Cultura Digital
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