Tras 20 años de prisión en Estados Unidos, Milenio anunció la semana pasada la muerte de Rubén Zuno, cuñado del ex presidente Echeverría. La noticia nos llevó a otra realidad política, y a otra guerra contra las drogas antes de la violencia de los cárteles. Revivió la muerte de Enrique Kiki” Camarena, el agente de la DEA secuestrado y torturado por el cártel de Guadalajara en 1985.
Hoy resulta claro que la condena de Zuno en California fue una venganza. La DEA decidió humillar a algún mexicano con relaciones políticas, mostrar al mundo que México toleraba el narcotráfico, y al mismo tiempo advertir que los agentes americanos que operaban en el país en forma más o menos permitida eran intocables.
Con testigos que tenían antecedentes penales, y usando pruebas amañadas, condenaron a Zuno a cadena perpetua. Cazarecompensas contratados por Estados Unidos secuestraron al doctor Humberto Álvarez Machain y lo presentaron en California acusado de haber mantenido vivo a Camarena para que sus captores continuaran torturándolo. Álvarez Machain fue eventualmente exonerado, pero la DEA intentó involucrar a tres ex presidentes mexicanos. A Zuno mismo le ofrecieron inmunidad si implicaba a los ex presidentes.
Eran los años del kafkiano “proceso de certificación”, cuando Estados Unidos reconocía y premiaba a los gobiernos que cooperaban en su lucha contra las drogas.
Hoy, gracias al enorme sacrificio de México, el gobierno de Obama ha comenzado a reconocer que la desmedida adicción de ese pueblo por las drogas es “una parte importante del problema”.
Sabemos que agentes de la DEA, la CIA y el FBI operan en México. Y que miembros de algunas fuerzas especiales del Pentágono prestan asesoría en una base militar de Zacatecas, y adiestramiento para el uso de armas letales cerca de Cuernavaca (donde los agentes de la CIA estuvieron a punto de ser asesinados en días pasados).
Con el beneplácito de nuestra obsecuente canciller, aviones no tripulados (drones) de la CIA y el Pentágono sobrevuelan el territorio nacional, y nos hacemos de la vista gorda con las armas de Rápido y Furioso. Se aceptó sin problema que los americanos atrapados en el fuego cruzado de la carretera de Cuernavaca eran miembros de la CIA.
Tras el ataque en Cuernavaca Hillary Clinton convocó a una reunión para “leerles la cartilla” a nuestros funcionarios, y recordarles que tuvieran presente el incidente de Kiki Camarena.
Hoy debería ser diferente, porque somos socios en la Iniciativa Mérida y el Presidente de la república, Felipe Calderón ha adoptado el léxico de los generales de la Junta de Jefes del Estado Mayor de Estados Unidos.
Se refiere a las bandas criminales como “organizaciones criminales transnacionales”, que es el término usado por Washington para describir a los grupos que con ayuda de México están intentando combatir en Centroamérica.
Rubén Zuno fue implicado porque “había sido” dueño de la casa donde supuestamente se torturó al agente Camarena, y porque en circunstancias no muy claras se especuló que los cadáveres de Camarena y de su piloto mexicano habrían sido exhumados y posteriormente enterrados en las inmediaciones de un rancho que también “había sido” propiedad de Zuno.
El periódico Milenio dijo que Zuno murió de un cáncer terminal esposado al camastro del hospital donde pasó sus últimos días. Sin amigos y alejado de familiares.
Durante los 20 años que purgó su sentencia la relación con Estados Unidos cambió para mal. Calderón permitió que la DEA, la CIA, el FBI y el Pentágono operen a sus anchas.
No necesitan secuestrar testigos mexicanos, porque tras el incidente en Cuernavaca el FBI ha interrogado dos veces a los agentes de la PF arraigados en la SIEDO, y hoy les ofrece status de “testigos protegidos”.
Lo que demuestra que saben o sospechan que están implicados en algo turbio. Ha desaparecido el Estado de derecho junto con el respeto por nuestra soberanía…
Analista político