La sacudida externa es fenomenal. Lo que ha hecho Trump es cambiar las reglas del sistema de comercio internacional, que probablemente no sean duraderas por la enorme inconsistencia con que han sido formuladas, pero en el corto plazo definirán muchas decisiones económicas. México y Canadá, suscriptores del T-MEC, han sido preservados de los aranceles compensatorios que ha dispuesto EU.
Pero se conservaron los aranceles que afectan ese complicado triángulo que tenemos con los vecinos del norte y China. Estos nos sacan de la modorra en la que el sexenio de López Obrador se instaló con aquello de que la seguridad estaba superada.
Lo que sí hemos conseguido (merced a la reforma neoliberal más trascendente que este país ha tenido, que es su apertura comercial) es conservar una parte de nuestra importancia en el mercado norteamericano. Sin embargo, las alarmas han sonado y queda claro que la estrategia debe ser revisada para fortalecer más su mercado interno y revisar en dos planos cómo podemos prepararnos mejor para lo que viene.
1. El plano microeconómico, que implica una reforma de las empresas y los proveedores. Podemos cantar “cielito lindo” y entusiasmarnos con el “hecho en México”, pero la experiencia general es que los proveedores suelen ser menos competentes que los extranjeros.
2. El papel del Estado. Tenemos un Estado que cuesta mucho y produce poco y que estorba a la economía por su esencia regulatoria y su tamaño. La administración pública es una agencia de colocación de políticos, no un ente profesional que resuelva problemas.
La última es que nos den tregua a su movilización permanente y se pongan a gobernar con instituciones estables. Estar cambiando modelos energéticos, poderes judiciales, órganos autónomos y un ir y venir patético de la reforma del ISSSTE no ayuda en nada a concentrarse en lo importante. Están más enfocados en el diseño político para garantizar rentas y su permanencia en el poder, que por resolver los problemas del país en el mediano plazo.
Analista. @leonardocurzio