Dicen algunos teóricos de las relaciones internacionales que dos democracias no se hacen la guerra. Quizá no les falte razón. Puede suceder que una democracia participe en una guerra, pero la contraparte siempre es una no-democracia. Sin caer en ningún maniqueísmo, se puede interpretar en esa clave lo que está sucediendo en la Franja de Gaza.
Ese territorio forma parte del Estado Palestino, junto con Cisjordania. En teoría ese Estado es gobernado por la Autoridad Nacional Palestina; sin embargo, en la práctica, desde el año 2007, la Franja de Gaza es gobernada por Hamas, un movimiento islámico, mientras que Cisjordania es gobernada por Al-Fatah, antiguo brazo armado de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), fundada por Yasser Arafat en los años sesenta del siglo pasado. Hamas ganó unas muy conflictivas elecciones en 2006, que no fueron reconocidas por Al-Fatah. Ambas organizaciones se refugiaron en su territorio y de facto Hamás gobierna la Franja de Gaza, mientras Al-Fatah hace lo propio en Cisjordania. Aunque en ese territorio prevalece la ocupación militar israelí.
El caso es que en 2010 debían realizarse nuevas elecciones para renovar el Poder Legislativo de la Autoridad Nacional Palestina, pero eso no ha sucedido. Motivo por el cual no se puede considerar a la Franja de Gaza como una democracia, ni a la organización Hamas como una fuerza política democrática. Al contrario, algunos países la consideran como una organización terrorista. Evidentemente, Israel es el primero de esa lista.
Pero, ¿a Israel se le puede considerar como una democracia? Tiene un régimen parlamentario, con elecciones cada cuatro años y división de poderes: Legislativo, Ejecutivo y Judicial. El Legislativo lo ejerce un órgano unicameral, conocido como la Knéset. La cual le da voto de confianza al líder del grupo parlamentario mayoritario, para que sea Primer Ministro, forme gabinete de gobierno y ejerza el Poder Ejecutivo. El Poder Judicial goza de independencia, establecida por las leyes del Estado de Israel.
Desde noviembre de 2022, Benajamín Netanyahu ocupa la posición de Primer Ministro. Cargo que ha tenido de 1996 a 1999 y de 2009 a 2021. Pero desde 2016 ha sido acusado de participar en diversos actos de corrupción, soborno y abuso de poder. De hecho, es el único Primer Ministro israelí que ha sido imputado oficialmente, cuando ocupaba el cargo. Quizá por ese motivo al principio de su nuevo mandato impulsó una reforma legal para limitar la independencia del Poder Judicial. Esa iniciativa provocó importantes movilizaciones civiles y no faltaron analistas que señalaron el inicio de un proceso de erosión democrática, como los que se han desarrollado en diversos países. Ante la presión ciudadana, Netanyahu decidió aplazar el debate legislativo de dicha reforma.
En fin, todo indica que el conflicto armado en Gaza se produce entre una no-democracia y una democracia en peligro de autocratización. Lo más lamentable de este caso es que en ese tipo de situaciones se produce un alto número de pérdidas de vidas humanas.