En la etapa de expansión sin barreras del capitalismo global del siglo XIX la “diplomacia de las cañoneras” o gunboat diplomacy fue practicada con gran éxito y entusiasmo por las potencias europeas y Estados Unidos para abrirse mercados e imponer las condiciones del intercambio en Asia y África. El ejemplo clásico fueron las “guerras del opio” del siglo XIX (1839 a 1860) en virtud de las cuales Inglaterra, seguida por Francia y luego por Estados Unidos y Rusia, obligaron a China abrirse a un intercambio comercial más allá del opio, pero en términos de desigualdad. Pues bien, hoy los Estados Unidos de Donald Trump parecieran dispuestos a sustituir la “diplomacia de las cañoneras” por la “diplomacia de las tarifas”, pero manteniendo invariable el espíritu imperial original.

Trump aún no toma posesión como presidente reelecto de Estados Unidos y ya está poniendo en marcha una agresiva “diplomacia de tarifas”. Y como fue el caso de su primera presidencia, en el arranque ha elegido a México más Canadá y China para amenazar con aumento de tarifas arancelarias a sus exportaciones al mercado estadounidense si no cooperan en los términos que él demanda. Según la revista Rolling Stone, en el equipo de Trump se ha discutido incluso la posibilidad de llevar a cabo incursiones en México (¿“invasiones suaves”?) para atacar directamente a los cárteles de narcotraficantes (Rolling Stone en español, 29/11/2024). La “diplomacia de las cañoneras” de inmediato dio buenos resultados a sus autores, pero no a la larga. Las guerras y la humillación debilitaron al régimen chino y metieron a ese país en un proceso de violencia y decadencia política que desembocó en una gran revolución socialista que dio forma al régimen nacionalista y antiimperialista que hoy ha colocado a China como gran potencia y rival de Estados Unidos y que mantiene muy vivo el agravio de la “diplomacia de las cañoneras”.

Hoy las encuestas muestran que el 60% de los norteamericanos tienen una opinión negativa sobre México y entre los republicanos la cifra es 77% (Pew Research Center, 12/08/2024). Este es el factor que el trumpismo fomenta y explota al diseñar su política hacia nuestro país. Y es que, a ojos de casi dos de cada tres norteamericanos, México es responsable de las muertes por sobredosis de fentanilo entre los jóvenes de su país, de la “invasión” de indocumentados y del “robo de empleos” por la apertura o traslado de plantas industriales al sur del Bravo (el caso de la planta de Stellantis en Saltillo es el ejemplo más reciente). Vista desde esa perspectiva, Trump es la solución.

¿Qué hacer? De entrada, insistir en la defensa de la soberanía y argumentar aquí y allá con datos duros que, dado el alto grado de integración de la economía mexicana con la norteamericana, el alza de aranceles o la deportación masiva de trabajadores indocumentados significaría una pérdida neta de utilidades, de empleos, de ingresos fiscales y de poder de compra en Estados Unidos (véase a Viri Ríos, Milenio, 02/12/24). Ejemplos puntuales reforzarán la posición mexicana. El 80% de la cerveza que importa Estados Unidos proviene de México y los aranceles significarían un aumento de precios al consumidor de entre 4% y 12%. El 97% de la cebada malteada norteamericana va al mercado mexicano y finalmente Constellation Brands, la principal exportadora de cerveza mexicana al país del norte tiene su casa matriz en Rochester, N.Y.

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