Luis Alberto Fernández / Articulista Invitado

Definir los puestos públicos a partir de sorteos no es poco democrático. Es, de suyo, el camino más democrático, pues parte del presupuesto de que todos los integrantes de la sociedad somo iguales; y, si somos iguales, es indiferente quién ocupe el puesto. Puede ser cualquiera. Así ocurrió en la Atenas clásica, en donde algunos cargos se definían por lotería (kleroteria), otros a mano alzada o por aclamación y algunos más, es cierto, por insaculación. Siempre hubo, aun en el colmo de la fase democrática, cargos para especialistas.

Los más famosos filósofos griegos de (entre otros temas) la política, Platón y Aristóteles, no tenían en un muy buen concepto estos métodos, al menos para las tareas especializadas. Si una nave en la que viajáramos zozobraba, y el piloto fallecía, ¿a quién se habría de encomendar la dirección de la embarcación? ¿Al que más conocimientos tuviera en la materia o a quien resultara seleccionado por haberlo echado a suertes? Con mayor razón habríamos de considerar el procedimiento para la dirección de la nave estatal.

Entonces, la virtud del procedimiento dependerá de la naturaleza del cargo para el que se busque titular. Una función que consiste en representar al conjunto —como es el caso de las legislaturas— pudiera muy bien sortearse. Si se le solicitara a la computadora del INE que seleccionara a 500 ciudadanos del total del listado nominal empleando, por ejemplo, criterios sociodemográficos, ¿qué resultaría? Una Cámara de Diputados en la que las proporciones de sexo, edad, escolaridad, ingresos, etc., serían iguales o muy parecidas a las del conjunto del listado nacional. ¿Tendríamos mejores o peores diputados y diputadas que los que hemos tenido y tenemos ahora? Medítelo usted empleando su imaginación. Nos ahorraríamos, eso sí, todo el gasto y desgaste de ese proceso electoral.

Otra cosa muy diferente ocurre con las funciones que requieren conocimientos especializados. Ahí, el sorteo es tan absurdo como en la náufraga nave de Platón. Los juicios requieren conocimientos teóricos y experiencias especiales.

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