Cuando pensamos en violencia, a menudo imaginamos agresiones físicas o verbales. Sin embargo, existe una forma más sutil y silenciosa que afecta a miles de personas, especialmente mujeres y adultos mayores: el abuso financiero.
Este tipo de violencia se manifiesta cuando una persona controla, manipula o explota los recursos económicos de otra para mantener poder y dominio sobre ella.
En nuestro país, la violencia económica es alarmantemente común. Según la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH) 2021, el 27.4% de las mujeres mexicanas han experimentado violencia económica en algún momento de sus vidas.
Esto puede incluir desde controlar estrictamente los gastos, prohibir trabajar o estudiar (para mantener la dependencia económica), o incluso, adquirir deudas, créditos o préstamos a nombre de la otra persona, sin su autorización.
En México, la violencia económica está reconocida como una forma de violencia familiar y de género. La Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia la contempla desde el 2007, y es posible presentar denuncias ante las autoridades correspondientes.
Lo cierto es que, por lo general, el abuso financiero es sutil y gradual, por lo que puede ser difícil de reconocer. Pero es esencial promover esas red flags que ayuden a detectarlo y combatirlo. Por ejemplo, el abusador puede actuar como “el encargado de las finanzas” que simplemente ayuda y facilita la vida, como si estuviera haciendo un favor.
Entre algunas otras de las formas más comunes en que ocurre el abuso financiero se incluyen: prohibir el acceso a las cuentas bancarias y ocultar los activos; cuestionar constantemente las compras y reclamar los recibos; realizar decisiones financieras sin consultar; robar la identidad; forzarte a abrir líneas de crédito, etc.
Si crees que tú o alguien cercano podría estar viviendo una situación de abuso financiero, lo más importante es no quedarse en silencio. El primer paso es buscar apoyo. Existen instituciones especializadas que ofrecen asesoría, acompañamiento y espacios seguros para orientar sobre cómo actuar.
Después, es crucial informarse. Conocer los derechos financieros, entender cómo proteger el patrimonio y descubrir qué herramientas existen al alcance puede marcar la diferencia. La educación financiera no solo fortalece, también devuelve el control sobre las decisiones económicas.
Y, por supuesto, al identificar que se es víctima de este tipo de violencia, el paso más relevante es denunciar. Presentar una denuncia formal ante las autoridades competentes es un paso necesario para frenar al agresor y acceder a la protección legal.
Es imperativo visibilizar y combatir el abuso financiero. No solo afecta el bienestar económico de las víctimas, sino que también tiene profundas repercusiones emocionales y psicológicas. La educación financiera y la promoción de relaciones basadas en el respeto y la equidad son fundamentales para erradicar esta forma de violencia.
El control económico es una de las formas más silenciosas y devastadoras de violencia, y está más cerca de lo que creemos. No permitamos que el abuso financiero siga siendo una sombra invisible en nuestra sociedad.