Siempre he creído que la educación financiera es una herramienta que nos ayuda a reducir la desigualdad, mejorar los hábitos financieros y a tomar decisiones financieras más acertadas.
Pero ¿qué significa esto último? Implica recopilar, analizar y evaluar datos relevantes para elegir la mejor opción entre varias alternativas, basándonos en la lógica, la evidencia y el razonamiento, en lugar de dejarnos llevar por la intuición o las emociones.
Tomar decisiones financieras de una manera informada es fundamental para alcanzar el bienestar financiero, para vivir sin estrés a causa del dinero y, en consecuencia, para mejorar la calidad de vida.
La educación financiera desempeña un papel crucial en este proceso, ya que proporciona las herramientas necesarias para comprender conceptos económicos y financieros.
Desafortunadamente, los niveles de educación financiera en América Latina y el Caribe son bajos, con menos de la mitad de la población entendiendo conceptos financieros básicos.
En México, por ejemplo, persisten disparidades de género en la toma de decisiones financieras informadas. De acuerdo con una reciente encuesta de Kardmatch, solo el 32% de las mujeres investigan sobre productos financieros antes de adquirirlos, en contraste con el 66% de los hombres.
Esta tendencia sugiere que las mujeres podrían estar en desventaja al seleccionar productos financieros adecuados a sus necesidades.
Asimismo, la precariedad laboral, caracterizada por la menor participación en el mercado laboral formal y la inestabilidad de los ingresos, puede limitar el acceso de muchas mujeres a productos y servicios financieros. Esta situación explica ese menor interés por investigar opciones financieras.
Según la Encuesta Nacional de Inclusión Financiera (ENIF) 2024, el 72.8% de las mujeres posee al menos un producto financiero, en contraste con el 80.9% de los hombres, evidenciando una diferencia de 8.1 puntos porcentuales.
Y es que a pesar de los avances en la reducción de las brechas de género en diversos ámbitos, la inclusión financiera de las mujeres en México continúa siendo un desafío significativo.
La ENIF 2024 también destaca disparidades regionales en la inclusión financiera. Por ejemplo, en la Ciudad de México, la brecha entre hombres y mujeres en la tenencia de productos financieros es de 11.3 puntos porcentuales, siendo una de las más pronunciadas del país.
Algo esperanzador es que, si bien la industria financiera tiende a enfocarse principalmente en el público masculino, se espera que esta tendencia cambie, puesto que, en los últimos cinco años la participación de las mujeres en el mercado laboral aumentó significativamente, pasando del 41.3% en 2018 al 43.6% en 2023, según indican los datos de Inegi.
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