Estamos en el mes del niño, y no puedo dejar pasar la oportunidad de hablar de cómo ayudar a que nuestras hijas e hijos tengan una relación sana con el dinero. Y es que si bien, hoy en día existen diversas opciones literarias que pueden ayudar a su formación, el mejor punto de partida no es un libro ni una clase, sino nuestras propias decisiones diarias.
Y es que cuando se trata de educación financiera infantil, el ejemplo vale más que mil palabras.
Nuestros hábitos, cómo compramos, cómo hablamos del dinero, cómo reaccionamos ante un imprevisto económico... Todo ello construye el modelo mental que nuestros niños interiorizan, incluso antes de aprender a sumar.
Siempre lo he dicho, el aprendizaje financiero empieza en casa… Y antes de lo que imaginamos.
Diversos estudios confirman que los niños desarrollan actitudes hacia el dinero desde los tres años y forman sus hábitos financieros básicos antes de los siete. Los menores absorben comportamientos financieros como esponjas observadoras.
De acuerdo con la 14 Encuesta Anual Parents, Kids & Money de T. Rowe Price, los niños cuyos padres hablan de dinero con frecuencia tienen más probabilidades de desarrollar buenos hábitos financieros. Sin embargo, sólo el 23% de los padres lo hace de manera regular.
Este mismo informe arroja que el 83% de los niños de entre 8 y 10 años, y el 70% de los niños de entre 11 y 14 años recurren a sus padres como su fuente más confiable de información.
Sin embargo, a medida que crecen, los niños recurren cada vez más a las redes sociales: el 40% de los niños de 11 a 14 años dijeron que buscan consejos sobre asuntos relacionados con el dinero en las redes sociales, en comparación con el 15% de los niños de 8 a 10 años. Entre los niños de 11 a 14 años, YouTube es la fuente principal (31%), seguido de Facebook (22%), Instagram (17%) y TikTok y Twitter (ambos 14%).
Por ello, es vital que la enseñanza que estamos dando la hagamos de forma consciente e informada. Si lo que ven, lo aprenden, entonces esforcémonos para que el ejemplo que estamos dando sea el más óptimo.
Cuando nuestros hijos e hijas ven que evitamos compras impulsivas, que hacemos un presupuesto mensual o que comparamos precios antes de decidir, no sólo observan… Aprenden.
Si nos escuchan hablar con culpa del dinero o usarlo como sinónimo de estrés, también lo registran. Es nuestra responsabilidad construir desde casa una narrativa más saludable y consciente sobre el dinero.
¿Qué prácticas cotidianas pueden hacer la diferencia? Hablar de dinero con naturalidad es clave. Explicarles de forma sencilla cómo tomar decisiones de gasto o ahorro, e Involucrarlos y planear con ellos el presupuesto para unas vacaciones, una salida al cine o una compra importante, será muy significativo.
Pero algo es vital: la congruencia. Imagina que les enseñas a ahorrar pero tú no lo haces, el mensaje pierde fuerza.
Educar financieramente no sólo se trata de billetes y cuentas. Es sembrar valores como la paciencia, la responsabilidad, el autocontrol y la generosidad. Recuerda, enseñarles sobre el dinero… Es enseñarles a vivir.