Es realmente poco previsible cómo se desarrollarán las relaciones comerciales entre los países en este escenario nuevo. En primer lugar, porque la guerra comercial que ha desatado el gobierno de los Estados Unidos es inédita para estos tiempos. Cómo se desempeñarán las economías nacionales, incluida la del que ha dado el primer golpe, es difícil de imaginar. Los aranceles son un impuesto y como tales, incrementarían los ingresos de los gobiernos a costa de pagos de los consumidores; pero, si las nuevas tarifas causan inflación y ralentizan la marcha de las economías, esos ingresos fiscales irían en descenso y, de todos modos, el público en general se vería afectado. Puede ser que determinadas ramas se beneficien extraordinariamente en algún país y un momento determinados, pero finalmente, las cadenas productivas están tan interrelacionadas que lo que alguien gane en una actividad puede ser que lo pierda en otra.

Tampoco sabemos hoy, en segundo lugar, qué tipo de estrategia es la más beneficiosa para los países comercialmente agredidos. La mayor parte de ellos ha respondido anunciando pagos con la misma moneda: tú me pones tarifas, yo haré lo propio. Parece una advertencia, pero China ya ha entrado en acción por esa vía.

Este “ojo por ojo” es, en teoría, la respuesta más adecuada. Porque el abusón —en este caso, Trump y compañía—, obtiene ganancias como fruto de su agresión. Sí, pero lo previsible es que lo logre solo una vez, porque el otro responderá de la misma forma para compensarse y, sobre todo, para evitar seguir siendo abusado. En el largo plazo y, dado que todos seguimos siendo pasajeros de la nave mundial, reditúa más la cooperación mutua. Pero, que el que abusa primero gana, es un hecho.

La mayor parte de los demás países que comercian con Estados Unidos se han quedado, en este primer momento, en el nivel de las declaraciones e inclusive, con amenazas que ni siquiera igualan el tamaño de los impuestos de Trump. Pero parece ser que, como China, muchas concretarán el siguiente paso.

La excepción ha sido el gobierno de México, —salvo la actitud totalmente obsecuente del Milei de la Argentina—. La presidenta Sheinbaum ha dicho expresamente que no entrará por ese camino de la reciprocidad y que espera un cambio en la conducta matona de su principal socio. Pero hoy no sabemos si esa estrategia será más adecuada que su contraria, —la del como me trates, te trato— por la sencilla razón de que Canadá ha formulado amenazas de acción recíproca hacia a los Estados Unidos y ha obtenido exactamente las mismas respuestas que México. Claro que ambos comparten el T-MEC, que, sin embargo, con las tarifas que ya ha puesto en marcha el gobierno de Trump, ha quedado, aunque vivo, muy abollado.

Académico retirado de la UAQ

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