“Cuando los que mandan pierden la vergüenza, los que obedecen pierden el respeto”
George C. Lichtenberg.
Nuestro presidente es un hombre testarudo, él tiene sus datos que reflejan su realidad, su particular verdad, se mira a sí mismo como una especie de “padre” del pueblo bueno y sabio, como un guardián celoso de su destino, un tutor severo que cuida las amistades de sus solovinos.
Por eso, nuestro presidente no dejará para el 2024 a un sucesor con ideas ni un poco ajenas al país que él vislumbra. La batuta, el cetro de su poder será heredado, si gana las elecciones, a quien siga su ejemplo al pie de la letra y a quien, también, pueda influenciar en caso de ser necesario, a quien se deje, pues, “enderezar el rumbo”, algo así como el maximato de Calles.
A López Obrador no le gustan los seres que brillan con luz propia porque le opacan su influencia: él domina todo, él sabe todo, él puede todo... Evidentemente, es imposible y por eso comete tantísimos y tan frecuentes errores de gravedades serias para el país, pero eso no le importa porque, simplemente, no lo ve, él también es perfecto.
Y por eso será que López Obrador se declinará por Claudia Sheinbaum en 2024, que podría convertirse en la primera presidenta de México, de un país, por cierto, ahogado en feminicidios y machismos.
La doctora Sheinbaum no parece independiente al poder presidencial, ni tiene intenciones de parecerlo, ciertamente es una mujer de sobra preparada para grandes retos, con holgura intelectual y académica pero, ciertamente, no parece brillar políticamente con luz propia sino, más bien, ser un satélite obediente del lopezobradorismo.
Quizá la noticia no es tan mala si somos optimistas, con orden y buena gestión, con ciencia y menos palabrería, el lopezobradorismo podría ser un buen sino para el país. Paradojas del destino: el lopezobradorismo podría funcionar mucho mejor sin López Obrador.
Empero, la cosa no es tan sencilla, si bien pareciera que Sheinbaum carga en la bolsa ya su destino a 2024, ganar la elección no será pan comido: la clase media aborrece cada vez más todo lo que hieda a 4T y un sector cada vez más importante del partido fundado por el presidente está dispuesto a traicionar la obediencia ciega y a buscar alternativas rumbo a la elección presidencial.
Opciones más autocríticas y moderadas, como las de Marcelo Ebrard o Ricardo Monreal, van ganando simpatías en los círculos anti-4T y hay quien se aventura a colocar estos nombres como posibles candidatos de una alianza opositora con todo y PRIANDR en el paquete.
Si la elección final fuese solo de dos candidatos, el moderado contra el radical (que encabeza el delfín de Palacio), seguramente ganaría el moderado. La mayoría del país quiere más resultados y menos labia.
Pero no habrá solo dos candidatos, ni tampoco queda claro que López Obrador termine, también en la sucesión, cediendo a los caprichos que le dicta su pecho no bodega.
Todo esto, estimado lector, no es más que una especulación. En política no hay nada escrito. ¿Usted que piensa?
DE COLOFÓN
¿Y si fuera Rocío Nahle la elegida?...
@LuisCardenasMX