Hemos dicho que “el nombre del juego” para el próximo sexenio se llama inversión. Es la inversión, sea pública o privada, nacional o extranjera, la única que genera empleo y crecimiento económico.
Los gobiernos no son los generadores de empleo, sino de condiciones que promueven la inversión. Así pues, una reforma laboral es parte la creación de condiciones que hagan de México un país atractivo y confiable a la inversión productiva, para que se generen los empleos que nuestra población necesita.
El régimen post revolucionario de partido de Estado tomó como uno de sus pilares al sector obrero. Este régimen corporativista y paternalista funcionó en un país con 40 millones de habitantes, una población principalmente rural, con crecimiento económico durante el desarrollo estabilizador y con un “pastel” que alcanzaba a repartirse, otorgando privilegios y concesiones irresponsablemente a los diferentes sectores de la población con el objeto de mantener, decían, la estabilidad social y la cohesión del régimen.
Así las cosas, se creó una ley y una cultura laboral paternalista con el empleado, y también el frankestein del sindicalismo oficial mexicano que tiene más tintes políticos que laborales, al tiempo que genera grandes distorsiones económicas y pasivos contingentes. En los órganos de justicia laboral proliferó una gran corrupción política y económica.
Esta ley anquilosada no está acorde a la nueva realidad económica, política y social del país, y afecta la competitividad.
Por todo ello es necesaria una nueva ley laboral que flexibilice las formas de contratación como existe en todos los países competitivos. Debe poder existir contratación a prueba, por horas, de medio tiempo, eventual, para que se trabaje desde el hogar, vía outsourcing, etcétera, según la naturaleza del trabajo en el que se empleará.
Esta reforma debe obligar a la transparencia y rendición de cuentas de las cuotas sindicales y, por supuesto, al fortalecimiento de la democracia sindical (voto libre y secreto) con penas severas a quien viole estos preceptos.
Debe motivar que las demandas de titularidad de contratos colectivos y los de huelga se resuelvan de manera expedita para que perjudiquen lo menos posible a las empresas, fuentes de empleo.
También una nueva ley debe acabar con la acción corrupta de autoridades laborales que, en colusión con los abogados, dilatan los juicios para crecer el monto vía salarios caídos y repartirse el botín. Con esta práctica, por ejemplo, se ha saqueado el patrimonio de la Universidad Autónoma de Sinaloa.
Una ley laboral no debe penalizar la creación de empleo formal y sí promover la formalización del empleo del sector informal de la economía, a través de dar facilidades legales para ello. También se debe distinguir entre el trabajo eventual urbano y el rural que tienen claras diferencias marcadas por su realidad.
Una ley laboral debe también tratar el tema del gobierno como principal empleador del país, y transparentar los salarios de funcionarios públicos, obligando a éstos al pago de impuestos, al reconocimiento de los derechos del trabajador al servicio del Estado, aunque éste no sea sindicalizado, y regular adecuadamente las pensiones de la clase política que hoy goza de gran sesgo discrecional.
En fin, ante la necesidad de una verdadera reforma laboral, me atrevo a citar parte del discurso que pronuncié el pasado 15 de marzo en el IFE:
“Hemos venido hoy a recordarle a la clase política y al país la trascendencia y el sentido de urgencia del momento: los jóvenes y los pobres de México demandan un país con las oportunidades a las que tienen derecho, pero que se las han negado por la acción de los corruptos, los perversos, los ineptos y los pusilánimes. Ya no es tiempo, mis amigos, de seguir tomando los calmantes del gradualismo. Ahora es tiempo de hacer que las promesas de la democracia sean reales y útiles al pueblo”.
La actual discusión y dictamen de la reforma no logran avances en todos estos temas, por lo que esperamos que en el Congreso de la Unión, la soberbia priísta, la pusilanimidad panista y el atraso ideológico de la izquierda sean superados con generosidad y visión de largo alcance por el bien de México.
Militante del PAN