Si hiciéramos una analogía entre dirigir una aeronave o gobernar un país, igual podría gobernarse utilizando la intuición política, o bien podría apoyarse en el uso de técnicas e información que facilitarían la tarea y darían certidumbre sobre las necesidades del país, presentes y futuras, utilizando la planeación.
México actualmente cuenta con una población de más de 123 millones de habitantes, de la cual el 52%, 65 millones, es menor de 29 años; de ésta, 33 millones son menores de 15 años. Además, 37% de la población tiene entre 30 y 59 años, mientras que solo el 10.5% son mayores de 60 años.
De los anteriores datos podemos deducir que dentro de 30 años la población mexicana mayor de 60 años se multiplicará por 3; e igualmente la población entre 30 y 59 años crecerá multiplicándose por 1.5 veces la actual. Así con el solo transcurrir del tiempo, nuestra población actual empezará a envejecer presionando que se le garanticen derechos sociales imprescindibles, como el empleo, la salud y la pensión, entre otros.
Ya el INEGI ha alertado que el aumento de los adultos mayores presentará desafíos para políticas públicas en lo laboral, financiero, salud y familiar. Por otro lado, el bono demográfico si no lo aprovechamos se convertirá en un lastre que colapsará socialmente a nuestro país. Corremos el riesgo de ser un país viejo y pobre.
Los viejos demandarán pensión y atención a su salud, mientras los jóvenes demandarán oportunidades de empleo y de emprender.
Sin embargo, la economía no ha sido capaz de generar los empleos formales que la juventud demanda. Tenemos, pues, que más de la mitad (56%) de la población ocupada en nuestro país se encuentra en el empleo informal, actualmente 30 millones de personas.
¿Qué se necesita para generar empleos formales?¡Inversión productiva! México necesita urgentemente inversión. Al cierre del 1er. semestre de 2020, la inversión había caído al 17.9% del PIB. Nueva inversión es igual a nuevas oportunidades de empleo; entiendan esto, políticos de la 4T. Ante semejantes retos que presenta México en materia de empleo, nadie en su sano juicio puede estar satanizando al sector empresarial y ahuyentando o frenando la inversión productiva. Es una irresponsabilidad, por decirlo finamente.