Claudia Sheinbaum gobierna con convicción, pero también con una peligrosa inclinación a la certeza absoluta. Su confianza en que Trump no aplicaría nuevos aranceles a México se basó más en un análisis limitado a su propio círculo político que en una lectura realista del tablero geopolítico. Apostó a la contención diplomática y a la entrega de narcos como moneda de cambio, pero ambos cálculos se quedaron cortos.
La escena de la última semana lo confirma: un mitin improvisado para celebrar lo que, en el fondo, es sólo una tregua temporal. ¿Qué celebró Sheinbaum? Una pausa en la amenaza, pero no su cancelación. El mitin no fue más que un acto de contención política interna, un intento de reafirmar control y proyectar liderazgo, pero la realidad es que los factores externos, principalmente la agenda de Trump, siguen marcando la pauta. La pausa en las amenazas arancelarias no implica una victoria diplomática, sino una postergación de un problema que puede recrudecerse en cualquier momento. En lugar de celebrar un triunfo concreto, Sheinbaum celebró la dilación, la falta de resolución y la incapacidad de la política exterior mexicana para avanzar con firmeza ante el caprichoso liderazgo de Trump.
El principal error de la presidenta fue asumir que podía predecir a Trump y operar con base en esa expectativa. Sin embargo, la historia reciente muestra que incluso sus asesores más cercanos encuentran difícil prever sus movimientos. La política comercial de Trump es volátil y su estrategia está dictada más por su instinto político que por una visión coherente del comercio internacional. En este contexto, nadie, ni siquiera Trump, puede garantizar qué ocurrirá el 2 de abril o en cualquier fecha posterior; lo que hoy sacia al presidente norteamericano, mañana puede parecerle insuficiente.
Una política exterior basada en concesiones sin estrategia sólo alimenta la percepción de que Estados Unidos puede presionar sin consecuencias. La relación con Washington no se puede gestionar con base en lo que el gobierno mexicano cree que debería pasar, sino en lo que la experiencia ha demostrado que puede pasar.
Apostar a la moderación no es una opción viable frente a un adversario impredecible. La negociación con Trump no puede basarse en la confianza o en la expectativa de que actuará racionalmente, sino en la previsión de escenarios adversos. México debe preparar una estrategia flexible y contundente para lo que viene, anticiparse a las crisis en lugar de reaccionar cuando el golpe ya haya llegado. La estabilidad económica de México depende en gran medida de su relación con Estados Unidos, pero también de su capacidad para manejar el conflicto sin ceder en exceso. Ese es el desafío que enfrenta Sheinbaum.
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