La reciente Cumbre de Líderes del G20 marca un hito significativo en la política internacional. México retomó un papel activo en este foro global abordando desafíos que afectan su desarrollo y posición en el escenario mundial. Sin embargo, su participación también puso de relieve tensiones y contradicciones entre las posturas internacionales del gobierno mexicano y sus acciones domésticas.
La cumbre se centró en temas críticos como la inclusión social, la reforma de la gobernanza global y la sostenibilidad. La presidenta Claudia Sheinbaum, en su primera participación en una cumbre internacional de esta magnitud, buscó posicionar a México como un actor comprometido con la cooperación multilateral y el desarrollo sostenible presentando, entre sus prioridades, el apoyo de México a la iniciativa de la Alianza Global contra el Hambre y la Pobreza, la importancia de avanzar hacia energías limpias y sostenibles, así como una reforma de las instituciones internacionales para reflejar mejor las realidades del siglo XXI, buscando una representación más equitativa y efectiva en la toma de decisiones globales.
Uno de los momentos destacados de la participación de Sheinbaum en el G20 fue su llamado a fortalecer la transparencia en la gobernanza global. Durante su intervención, abogó por un sistema internacional más justo y equitativo, donde la rendición de cuentas y la apertura fueran pilares fundamentales. Sin embargo, este discurso ha generado cuestionamientos sobre su coherencia con las acciones políticas en el ámbito doméstico. En México, Morena ha impulsado reformas que amenazan la existencia de organismos autónomos esenciales, como el INAI cuya existencia afecta directamente la capacidad de la ciudadanía para exigir cuentas a sus gobernantes. La desaparición o absorción de estas entidades por parte del Ejecutivo plantea riesgos significativos de opacidad y concentración de poder, factores que históricamente han minado la democracia.
En este contexto, el llamado de Sheinbaum a la transparencia internacional contrasta con una agenda interna que algunos consideran regresiva y poco coherente con las mejores prácticas de gobernanza. La disonancia entre el discurso y la acción invita a reflexionar sobre si México puede ser un líder creíble en la promoción de la transparencia global mientras enfrenta críticas por debilitar estas prácticas en su política interna. ¿Cómo justificar el desmantelamiento de instituciones autónomas en casa mientras se exige apertura y rendición de cuentas a nivel internacional?
En un sistema global donde los compromisos con la transparencia y los derechos humanos son esenciales para la cooperación, México corre el riesgo de proyectar una imagen de doble discurso. La legitimidad en el escenario global depende no solo de las palabras, sino también de la congruencia con los hechos. Si México busca proyectarse como líder en transparencia y gobernanza, debe demostrarlo protegiendo y fortaleciendo sus instituciones democráticas en casa. Solo entonces podrá consolidar su posición internacional y contribuir de manera efectiva a la solución de problemas que trascienden fronteras.
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