En las elecciones de junio pasado, mil 967 mujeres fueron electas para diversos cargos públicos, marcando un avance significativo en la representación política femenina. Este fenómeno refleja el creciente reconocimiento de la capacidad y liderazgo de las mujeres, así como los cambios estructurales y normativos que han promovido una mayor inclusión en la política mexicana.

Además de la presidencia de la República y cinco de las nueve gubernaturas en juego, datos preliminares indican que 50.4% de los escaños en la Cámara de Diputados y 50.8% del Senado serán ocupados por mujeres. En los congresos locales, las mujeres ocuparán 48% de los escaños disponibles y 44.8% las presidencias municipales.

Este avance es el resultado de años de lucha por los derechos de las mujeres y de la implementación de acciones afirmativas que han buscado asegurar una representación más equitativa. Las reformas electorales que exigieron la paridad de género en las candidaturas han sido fundamentales para abrir espacios a las mujeres en la política.

Este resultado también es un avance significativo en términos de representación sustantiva, que se centra en la capacidad de las y los representantes de actuar en el mejor interés de sus representados.

Implica que las mujeres en cargos políticos no estén allí solo para cumplir una cuota, sino que trabajen para promover políticas que beneficien a las mujeres y a otros grupos históricamente marginados.

Diversos estudios han demostrado que las mujeres en posiciones de liderazgo tienden a ser más colaborativas y a priorizar políticas sociales que benefician a la comunidad en general, lo que puede significar un enfoque renovado en áreas como la salud, la educación y la seguridad, con una atención especial a los derechos y necesidades de las mujeres.

La representación femenina en la política también desafía y cambia las percepciones tradicionales sobre el rol de las mujeres en la sociedad, promoviendo una cultura de mayor igualdad y respeto. Sin embargo, a pesar de los avances, las mujeres en política enfrentan numerosos desafíos, como la violencia política de género, que es una barrera significativa que impide que muchas mujeres participen plenamente en la vida política. Además, la igualdad formal en las candidaturas no siempre se traduce en igualdad de condiciones.

El incremento en el número de mujeres en cargos de elección popular no sólo representa una victoria para la igualdad de género, promete transformar la política y las políticas públicas. Cuando las mujeres no sólo están presentes, sino que activamente promueven políticas en beneficio de sus comunidades, se crea un ciclo virtuoso de empoderamiento y progreso social que mejora la calidad de vida e inspira a más mujeres a participar en la política, abonando a una democracia más inclusiva y funcional.

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