Para Max Weber el liderazgo carismático es una forma de dominación que se basa en las cualidades extraordinarias del líder, quien logra inspirar devoción y lealtad a través de una conexión emocional directa con sus seguidores. Frente a una base política que sigue profundamente arraigada en el carisma de Andrés Manuel López Obrador, el mayor desafío para Claudia Sheinbaum será construir una legitimidad propia.
La figura de López Obrador ha sido la piedra angular de la 4T y su carisma lo ha convertido en un referente casi insustituible. Sin embargo, este tipo de liderazgo es difícil de transferir, ya que se sustenta en una relación emocional con el pueblo, algo que Sheinbaum no ha logrado consolidar con la misma intensidad.
La transición de un liderazgo carismático a uno más institucional representa un desafío para cualquier sistema político. En el caso de Sheinbaum, el reto es mayor porque deberá construir su propia narrativa para no quedar bajo la sombra de su antecesor; deberá diferenciarse lo suficiente sin alienar a la base dura del obradorismo. Aunado a ello, la influencia de Andrés Manuel López Beltrán, como nuevo secretario de Organización de Morena, refuerza el control de López Obrador sobre las futuras candidaturas del partido, manteniendo su influencia incluso fuera de la presidencia.
Para Sheinbaum, esto significa lidiar con una estructura de poder paralela que, aunque no oficial, tiene gran peso en las decisiones del partido. El nombramiento de López Beltrán muestra que el obradorismo no planea ceder control, lo que podría generar conflictos si Sheinbaum toma decisiones alejadas de las posturas más radicales del movimiento.
El mayor riesgo para Sheinbaum es quedar atrapada entre la figura carismática de López Obrador y la necesidad de ejercer un liderazgo propio y efectivo. Si no logra conectar emocionalmente con el electorado como lo hizo su mentor, podría enfrentar una presidencia marcada por una legitimidad frágil. El liderazgo carismático, difícil de institucionalizar, obliga a Sheinbaum a construir una legitimidad basada en su visión y capacidad, más allá de su vínculo con la 4T.
Esta tensión ya se ha hecho evidente. Durante el Congreso Nacional de Morena, el discurso de Sheinbaum no generó el mismo entusiasmo que el de López Obrador, a pesar de que no asistió y fue leído por Alfonso Durazo, lo que refleja las dificultades de conectar emocionalmente con la base morenista. Aunque sigue alineada con los principios del movimiento, la falta de un lazo profundo con la militancia complica su consolidación como líder. Esto sugiere que, dentro del partido, la lealtad todavía gravita más hacia el carisma de López Obrador que hacia la figura de Sheinbaum.
Por ello, su éxito dependerá de su capacidad para construir una legitimidad basada en su propio estilo de gobierno, al tiempo que equilibra las expectativas de un electorado que aún mira hacia López Obrador como su líder carismático.
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