Finalmente Joe Biden aceptó lo inevitable y decidió renunciar a su candidatura presidencial. A pesar de las tensiones al interior de su partido, impulsó, no sin controversias, a su sucesora natural, Kamala Harris, quien ha tenido una trayectoria política destacada, pero no exenta de polémica.

Como fiscal general de California impulsó reformas importantes, pero también enfrentó críticas por su manejo de casos polémicos, como su postura inicial en contra de la legalización del uso recreativo de la marihuana y su resistencia a investigar casos de brutalidad policial.

Como senadora fue conocida por su estilo incisivo lo que le ganó críticas de quienes la veían como demasiado confrontacional y polarizante.

Su historial en la administración Biden ha sido objeto de intenso escrutinio, especialmente en áreas clave como la inmigración y la reforma judicial. Como vicepresidenta, fue designada por Biden para liderar la estrategia nacional para abordar las causas raíz de la migración desde Centroamérica. Sin embargo, los resultados han sido mixtos; sus iniciativas en esta área han sido tachadas de simbólicas por algunos analistas y de ineficaces por otros.

Sin embargo, a pesar de las críticas, durante su primer día como aspirante a la presidencia rompió el récord de recaudación en la historia del Partido Demócrata alcanzando una cifra superior a 100 millones de dólares.

Aunado a ello, en pocas horas obtuvo el apoyo de suficientes delegados (1,976 de 4000) para garantizar su nominación en la Convención Demócrata lo que parecería indicar que el respaldo de Biden ha sido aceptado sin cuestionamientos.

La principal interrogante se centra en la capacidad de Harris para movilizar a la base demócrata. Aunque su perfil nacional ha aumentado significativamente desde que asumió la vicepresidencia, su capacidad para atraer a votantes en estados clave sigue siendo una incógnita. Las encuestas sugieren que millones de estadounidenses estaban cansados de los mismos viejos candidatos de 2020; Harris es relativamente joven y fresca.

Su defensa del aborto puede ganarle votos en un momento en que millones de estadounidenses piensan que la Suprema Corte fue demasiado lejos al permitir la prohibición en varios estados, pero sus políticas en otros temas pueden ser demasiado progresistas en un país que mantiene posiciones sumamente conservadoras.

La viabilidad de Kamala Harris como candidata dependerá de su capacidad para unificar al Partido Demócrata, responder efectivamente a las críticas y presentar una visión convincente que aborde tanto las necesidades internas de Estados Unidos como las expectativas de sus aliados.

En un momento en que el electorado estadounidense muestra signos de fatiga con los candidatos tradicionales, Harris podría ofrecer una alternativa fresca y dinámica, aunque enfrenta el reto de superar las divisiones internas de su partido y las altas expectativas que acompañan su nominación.

Twitter: @maeggleton

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