Uno de los momentos más tristes, de la ya de por sí triste historia, del futbol mexicano en copas mundiales se dio durante el partido de octavos de final que disputaron México y los Países Bajos en el Mundial Brasil 2014. Durante la mayor parte del partido México mantuvo una ventaja de 1-0, en el minuto 87 Países Bajos empató y, en minutos de compensación, Arjen Robben cayó en el área de penalti, el árbitro lo marcó y Klaas-Jan Huntelaar anotó el gol de la victoria para el conjunto neerlandés, eliminando a México del torneo.
La decisión del árbitro generó una intensa polémica en la afición argumentando que Robben había simulado la falta y, en consecuencia, la decisión del árbitro había sido injusta. Este incidente ilustra el papel que las decisiones arbitrales pueden desempeñar en el deporte —y en múltiples espacios de la vida— y la controversia que puede surgir cuando esas decisiones son percibidas como injustas. Sin embargo, en toda competencia, los jugadores deben aceptar las reglas del juego; la arena electoral es, quizá, uno de los mejores ejemplos. La política democrática es un sistema que depende, en gran medida, de la aceptación mutua de las normas y reglas que rigen la competencia política. Entre esas normas, quizás la fundamental sea el reconocimiento de la derrota que representa la validación del sistema democrático y la manifestación del respeto al sufragio popular.
La semana pasada la coalición Va por México presentó su proyecto para la selección de la persona que “encabezará” el frente; es decir, contenderá por la Presidencia de la República. Tras mucha especulación y algunas lagunas en el procedimiento descrito varios aspirantes anunciaron públicamente que no participarían alegando que el proceso era poco transparente y estaba diseñado para beneficiar a determinados aspirantes. Más allá del mecanismo de selección, el argumento detrás de la decisión pareciera ser de cálculo político; lo hicieron porque consideraron que, bajo esas reglas, no tenían posibilidades de ser competitivos. En un escenario donde el resultado no sería favorable resultaba más rentable cuestionar el método y no participar, que hacerlo y exhibirse.
Las instituciones democráticas deben estar diseñadas para promover la transparencia, la equidad y la responsabilidad; deben generar mecanismos claros y creíbles para resolver disputas y asegurar que los resultados sean aceptados por todos los competidores. El incidente que dio origen al hashtag #NoEraPenal es un fiel retrato de nuestra cultura en general, pero también, de nuestra cultura política. En el discurso, el juego es limpio y la derrota un resultado posible; en la práctica, el juego es limpio sí y sólo sí, se gana la competencia. La incapacidad para reconocer la derrota no es únicamente la marca distintiva del presidente López Obrador, es un elemento sumamente arraigado de nuestra cultura política y, mientras siga prevaleciendo, la alternativa democrática no dejará de ser una lejana aspiración.