El mandato de Claudia Sheinbaum como la primera presidenta de México representa un momento histórico, pero también evidencia un periodo de alta complejidad política. La gestión de Andrés Manuel López Obrador dejó un país dividido, marcado por una polarización intensa y un discurso confrontativo que profundizó las tensiones entre distintos sectores de la sociedad. Este contexto de antagonismo constituye el primer gran reto de gobernabilidad para Sheinbaum, quien deberá desactivar las divisiones heredadas y buscar un nuevo equilibrio entre los actores políticos y sociales.

El sexenio de López Obrador estuvo marcado por la centralidad de las “mañaneras”, que consolidaron su narrativa e incrementaron su influencia en la opinión pública, pero que también se convirtieron en un instrumento de polarización, caracterizado por constantes descalificaciones hacia críticos y medios de comunicación, debilitando el diálogo y el consenso social. El principal reto de Sheinbaum será desactivar estas tensiones y promover una política más incluyente que recupere la confianza de los sectores marginados y de la oposición. Para lograrlo, deberá rediseñar la comunicación política, distanciándose del estilo confrontativo de su antecesor, con una estrategia que priorice el diálogo, la construcción de consensos y un debate plural que incluya todas las voces, incluso las críticas. Esto implicará no solo un cambio en la narrativa oficial, sino también en las relaciones políticas y sociales. Será fundamental que Sheinbaum establezca puentes de diálogo con las oposiciones, sociedad civil, el sector empresarial y organizaciones sociales, quienes en el pasado se sintieron excluidos. La confianza en las instituciones debe ser restaurada mediante un compromiso claro con el Estado de derecho y con el respeto a la diversidad de opiniones.

Otro reto será demostrar su autonomía como líder. López Obrador, con su estilo personalista, dejó una sombra que podría opacar a su sucesora. La percepción de que Sheinbaum es solo una continuadora de AMLO podría deslegitimar rápidamente su administración. La gobernabilidad estará en riesgo si no logra una identidad independiente que proyecte firmeza y capacidad de decisión. Aunque fue elegida para seguir la “Cuarta Transformación”, debe consolidar un estilo propio; la polarización y la falta de confianza en las instituciones son obstáculos que no se superarán con discursos, sino con acciones concretas.

El éxito de su gobierno dependerá de su capacidad para distanciarse simbólicamente de AMLO y demostrar independencia. Sheinbaum tiene la oportunidad de redefinir la 4T, apostando por una política que construya puentes en lugar de divisiones. Esto requerirá un liderazgo fuerte pero flexible, capaz de reconciliar a los diversos sectores del país y restaurar la confianza perdida.


Twitter: @maeggleton

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