Las teorías del comportamiento electoral identifican tres tipos de electores: aquellos que tienen una identificación partidista o ideológica y, por ende, votan consistentemente por el mismo partido; quienes cambian su voto dependiendo de propuestas y candidatos y; los nuevos votantes.

El resultado electoral del pasado 2 de junio, especialmente en las ocho entidades que renovaron la gubernatura, indica una disminución significativa en el voto diferenciado y un aumento notable en el voto por un mismo partido, alcanzando niveles no vistos desde principios del siglo XXI.

De las ocho entidades en las que la gubernatura estuvo en juego, Morena (sólo o en coalición) ganó en seis. Sin embargo, su fuerza electoral se tradujo, también en la elección del legislativo federal.

Si bien en Jalisco y Guanajuato la votación por Claudia Sheinbaum fue significativamente menor que en las otras entidades (44.2 y 46.8% respectivamente), fue suficiente para obtener la mayoría de votos en la elección para el Senado de la República.

Más aún, en cuatro de las ocho, Morena (sólo o en coalción) gana la totalidad de los distritos federales, en dos (Veracruz y Yucatán) deja únicamente un distrito a la coalición opositora y únicamente en Jalisco y Guajanuato la coalición opositora obtiene más de un distrito (5 de 15 en Jalisco y 7 de 15 en Guanajuato).

Si bien es pronto para afirmarlo, el resultado da cuenta de un electorado que vota, mayoritariamente, por el mismo partido para todos los cargos.

Si bien en estas ocho entidades el voto por Claudia Sheinbaum es mayor que el voto por la coalición encabezada por Morena para el resto de los cargos, la diferencia, entre los votos por la presidencia y por el Senado es de 5.6 puntos porcentuales en promedio, si se excluyen los casos de los estados de Chiapas y Tabasco donde la votación obtenida por Sheinbaum es de más de 20 puntos porcentuales mayor que el promedio nacional.

Las causas de este cambio en el electorado tendrán que ser analizadas a la luz de diversas variables, sin embargo, los efectos pueden vislumbrarse. El aumento del voto partidista puede llevar a elecciones menos competitivas y una menor representación de la diversidad de opiniones políticas, reduciendo la pluralidad.

Los gobiernos que se forman bajo una lealtad partidista fuerte pueden ser más estables, pero a menudo resultan menos representativos, excluyendo a minorías y grupos con opiniones divergentes.

El resultado de la elección refleja cambios en el comportamiento electoral que tendrán implicaciones significativas para nuestra democracia.

La reducción en el voto diferenciado representa un desafío significativo al privilegiar la lealtad partidista sobre la evaluación crítica de las diversas alternativas. Los riesgos de un sistema que privilegie una única visión de país están a la vista. El regreso a un sistema de partido hegemónico no es deseable, independientemente del partido que se trate.

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