El inicio de la segunda presidencia de Donald Trump redefine la política estadounidense y anuncia cambios significativos en el orden geopolítico, económico y social global. Esta etapa no será una repetición de su primer mandato; Trump regresa con un equipo renovado, posturas más radicales y un sentido de urgencia marcado por la imposibilidad de reelección. Su objetivo va más allá de cumplir promesas inconclusas: busca rediseñar la posición de Estados Unidos en el escenario global y ajustar cuentas con quienes lo subestimaron. Para lograrlo, su administración intentará redefirnir equilibrios de poder mediante políticas proteccionistas, medidas expansionistas y un renovado aislacionismo que genera incertidumbre tanto en aliados como en rivales.
En el ámbito doméstico, Trump comienza su mandato con un control sin precedentes sobre el gobierno. La Casa Blanca, el Capitolio y la Suprema Corte están alineados con su agenda al menos durante los próximos dos años, lo que le otorga una capacidad inédita para implementar políticas sin mayores obstáculos. Esta concentración de poder fortalece su posición en un contexto global donde las decisiones internas de Estados Unidos tienen consecuencias internacionales.
Para México, la presidencia de Trump inicia en un momento crítico. Las señales son claras: desdén hacia el gobierno de Claudia Sheinbaum, falta de comunicación entre equipos de transición y políticas con fuerte impacto en la economía y seguridad mexicanas. El regreso del programa Quédate en México y la designación de cárteles como organizaciones terroristas marcan el inicio de una agenda agresiva que incluye deportaciones masivas y presiones comerciales. Sin canales diplomáticos efectivos, el gobierno mexicano parece reaccionar tarde y sin estrategia definida lo que evidencia una capacidad limitada para anticipar lo que viene.
La relación entre ambos países enfrenta retos que van más allá de lo bilateral, inscribiéndose en un escenario global de tensiones crecientes donde las decisiones de Trump trascienden fronteras. Esta conexión entre la política doméstica estadounidense y su impacto en la región subraya cómo los intereses internos de su administración podrían redefinir los equilibrios internacionales. La retirada del apoyo a Ucrania, una posible reconciliación con Putin y el endurecimiento de políticas hacia América Latina son acciones que podrían alterar profundamente el orden global. Además, el desdén hacia México y el fortalecimiento de alianzas con líderes como Bukele y Milei evidencian un cambio en las prioridades estratégicas de Estados Unidos en la región.
El mundo ha cambiado. La segunda presidencia de Trump marca el comienzo de una etapa que, para bien o para mal, transformará el orden internacional. Su era será recordada como un periodo de profundas transformaciones cuyo desenlace, aún incierto, determinará si conducen al progreso o al caos.
X: @maeggleton