El cambio de régimen iniciado por López Obrador está inmerso en un torbellino con diferentes niveles de caos. A pocos días del fin de sexenio la transformación significativa y/o completa del sistema de gobierno aún presenta grandes escollos. Tiempo faltó para consolidar la eliminación de varios contrapesos, pese a que de facto la ruta está trazada.

El fondo y las formas de aplastar al Poder Judicial tiene en la profundidad un deseo de revancha que comenzó a germinar hace 19 años.

El año pasado el Ejecutivo recordaba que “...el 7 de abril del 2005 los legisladores del PRIAN me desaforaron por órdenes de Fox y con la complicidad de los ministros de la Corte...” el suceso movilizó a miles de ciudadanos que se manifestaron en las calles de la Ciudad de México y atestiguaron el proceso y el uso faccioso de las instituciones en contra de un adversario político.

Casi dos décadas después y ya como presidente de México, López Obrador se ha servido el plato gélido de su venganza. Sin importar las consecuencias, el cambio de reglas y las derivaciones transversales por la reforma judicial impactando las relaciones del país con actores globales fundamentales, este despropósito deberá ser consolidado por Claudia Sheinbaum.

El final es aún de pronóstico reservado.

El contexto del cierre de sexenio mantiene además una ruta (de confrontación) paralela en los Estados Unidos donde se consolida el relato del empoderamiento de las organizaciones criminales y de su cogobierno con Morena en amplias regiones del país. Imposible tapar el narco con politiquería. La onda expansiva de la implosión del cártel de Sinaloa empuja al desorden institucional, una escalada en la violencia y la inestabilidad generalizada en un proceso extremadamente complejo y arriesgado en el que las dinámicas de poder, el descontento social y los intereses geopolíticos e internacionales están jugando un papel crucial.

La gran deuda de López Obrador será el fracaso de su política de seguridad con una cifra de casi 200 mil homicidios dolosos que se convierten en el pilar de los retos para la siguiente administración. Los resultados deberán ser rápidos y contundentes. No alcanza el tiempo para más maromas y simulaciones.

El Estado se encuentra en un peligro inminente. Y la sangre en el estanque mexicano con los juicios clave que avanzan en Nueva York —ayer la fiscalía de los Estados Unidos solicitó al juez Cogan cadena perpetua y multa de 5 mdd para García Luna— ha provocado una reacción en cadena que trastocará a funcionarios, empresarios, legisladores, políticos, policías, militares y un largo etcétera. El saldo de la estela de esta corrupción enfrenta un crudo ajuste de cuentas siendo punta de lanza, Sinaloa.

Y los acuerdos con el narco no se heredan. Los pactos con la mafia o cárteles requieren un constante reajuste basado en las personas involucradas y en las condiciones de la coyuntura. Y México transita por un grave contexto interno y externo.


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