En las últimas décadas la edad promedio del primer embarazo ha experimentado cambios importantes, reflejando transformaciones en los roles sociales, la economía y la atención médica. En los años 50, la mayoría de las mujeres tenían su primer bebé antes de los 25 años. Para entonces, el rol predominante de las mujeres estaba vinculado a la maternidad y el hogar. Hoy, esa realidad ha cambiado drásticamente, con una edad promedio que en muchos países supera los 30 años. En México, por ejemplo, en el censo de 2019 se identificó un patrón bimodal: un primer grupo de nacimientos concentrado entre los 21 y 22 años, y otro más pronunciado hacia los 31 años en sectores con acceso a estudios superiores.

¿Por qué estamos teniendo hijos más tarde?

El acceso a la educación y a métodos anticonceptivos, la incorporación de las mujeres al mercado laboral, y los cambios en las normas sociales son factores clave. Las mujeres están priorizando cada vez más su educación, tiempo para explorar intereses personales, etc., alcanzando metas profesionales y logrando estabilidad económica antes de formar una familia.Este bagaje muchas veces puede traducirse en una maternidad más plena y reflexiva. Por último, los avances en tecnología reproductiva, como la fertilización in vitro, han ofrecido a muchas mujeres la posibilidad de concebir a edades mayores.

El impacto de la edad en la salud del embarazo.

Aunque postergar el embarazo tiene ventajas claras, también conlleva ciertos riesgos. A mayor edad materna existe un mayor riesgo de alteraciones cromosómicas, como el síndrome de Down, debido a cambios naturales en los óvulos con el tiempo. Además, al analizar grupos poblacionales, se observa un aumento en complicaciones del embarazo como preeclampsia, diabetes gestacional y parto prematuro. Sin embargo, estos riesgos suelen estar más vinculados al estado de salud previo de la madre que a la edad en sí misma. Por ejemplo, condiciones como obesidad, hipertensión y diabetes, que son más comunes en mujeres mayores, son factores que incrementan estas complicaciones. Dicho esto, es importante destacar que muchas mujeres mayores de 35 años tienen embarazos saludables cuando llegan a la gestación con un buen estado de salud. Por lo que más allá de la edad, el enfoque debe estar en la salud individual. Mantener un peso adecuado, seguir una dieta balanceada, realizar ejercicio regularmente y controlar enfermedades crónicas son estrategias clave para minimizar riesgos. Cada embarazo es único, y el apoyo médico personalizado es crucial para garantizar el bienestar tanto de la madre como del bebé.

En conclusión, los cambios en la edad promedio del primer embarazo reflejan una evolución social y cultural, con retos y beneficios. Más que un “reloj biológico”, el enfoque integral en la salud materna es el principal determinante de un embarazo saludable. Lo más importante es priorizar la salud y tomar decisiones informadas para disfrutar de la maternidad en las mejores condiciones posibles.

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