Diciembre ha llegado, el último mes del año, y con él una época de reflexión. Este mes siempre me invita a repasar los logros y propósitos alcanzados a lo largo de los últimos 12 meses. A menudo somos demasiado exigentes con nosotros mismos y, en ese afán, subestimamos nuestros avances, creyendo que no hicimos nada. Sin embargo, incluso las pequeñas acciones son logros valiosos que transforman nuestra manera de ver las cosas y nos ayudan a apreciar la vida desde una perspectiva más positiva.

Cuando estaba en la escuela, siempre creí que el arte tenía el poder de transformar. Sin embargo, no fue hasta este año que pude comprobarlo con mis propios ojos. Gracias a mi trabajo, tuve la oportunidad de colaborar con grupos vulnerables que, durante muchos años, han sido invisibilizados. Esta experiencia me permitió entender que el arte no solo es expresión, sino también una poderosa herramienta de cambio y empoderamiento.

Una de las herramientas más valiosas en las exposiciones ha sido, y siguen siendo, los módulos interactivos o aquellos destinados a recolectar los comentarios de los espectadores sobre la experiencia. Estos recursos nos permiten evaluar las exposiciones, medir su impacto y comprender cómo fueron recibidas por el público. Entre estas herramientas, destacan los libros de comentarios, que suelen ubicarse al inicio o al final de cada muestra. Aunque a menudo los ignoramos o escribimos algo sin mucha reflexión, su importancia es incalculable. Este año viví una experiencia inolvidable gracias a uno de estos libros de comentarios. Tras una exposición de pinturas realizadas por personas privadas de su libertad. Tiempo después de que termino la muestra, tuvimos la oportunidad de leer las opiniones del público y compartir esos mensajes con los autores de las obras. La respuesta fue abrumadoramente positiva, pero hubo un comentario en particular que quedó grabado en mi corazón: “Gracias al arte, siento que dejé de ser invisible”.

Esa frase, sencilla pero cargada de poder, me erizó la piel y reafirmó mi convicción en el inmenso poder transformador del arte. Es una herramienta que, bien utilizada, tiene la capacidad de cambiar vidas, dignificar a las personas y ofrecerles una nueva forma de ver el mundo y a sí mismas. Esta experiencia me enseñó que el arte no solo conmueve; también es un medio para devolver visibilidad y voz a quienes han sido olvidados o marginados. Es un recordatorio de que, a través del arte, se pueden crear conexiones profundas y generar transformaciones significativas en la vida de las personas.

El arte es transformación. Te invito a reflexionar y observar a tu alrededor: ¿qué cambios ha generado el arte en tu entorno? Aunque puedan parecer pequeños, cada logro, cada expresión artística, tiene el potencial de transformar vidas y generar impactos inigualables en más de una persona. Pero ¿tú qué opinas? ¿Crees que el arte tiene ese poder transformador? ¿El arte te ha transformado de alguna forma?

*Lic. en Historia del Arte y Curaduría

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