Hace unos días, tuve la oportunidad de escuchar, de primera mano, la gran desesperanza que hoy priva en muchas personas que han dedicado sus vidas a la labor judicial. "Llevó 17 años en el Poder Judicial", me contaba un gran amigo, "comencé como archivista, hice los cursos de notificador y de secretario; participé en un concurso de oposición y una ratificación como juez. Doy el curso de elaboración de sentencias a otros juzgadores, porque he ganado varios premios nacionales. Estoy adscrito a un juzgado que me queda a tres horas de camino, y solo veo a mi familia los fines de semana porque la función así me lo exige. He dedicado gran parte de mi vida a la carrera judicial. Pero ahora nada de eso cuenta".
Para las juezas, magistradas y ministras las barreras para alcanzar los cargos, que les fueron arrebatados por capricho, el reto fue aún más difícil. Ellas se enfrentaron a un mundo donde sólo los hombres hacían carrera judicial y muchas tuvieron que elegir entre ser madres o ser funcionarias judiciales, debido a las exigencias de un sistema de impartición de justicia donde sus voces rara vez eran escuchadas.
Tengo que decirlo. Nada me ha parecido tan vergonzoso como ver a personal del Senado arrastrarse por el piso, buscando las "bolitas" de la tómbola y escuchar a Senadores y Senadoras "cantar" números como si fueran gritones de la Lotería Nacional, al tiempo que ponían fin a las carreras de 15, 20 o 30 años de personas que han dado sus vidas al Poder Judicial.
Soy abogada, maestra en Derecho Constitucional y estoy escribiendo mi tesis doctoral. Cumplo con todos los "requisitos" que las y los legisladores oficialistas definieron para quienes decidan postularse para ocupar las vacantes que "liberaron". Algo que jamás haría, porque sé que para juzgar se requieren conocimientos técnicos que solo se adquieren con una carrera judicial, mismos que la mayoría de las y los practicantes del derecho no tenemos.
Dice un querido amigo que, "Dimensionar las consecuencias de esta revancha caprichosa es muy difícil". Es cierto. En México vislumbrar los efectos de las reformas legislativas es muy complicado. Tal vez es por eso que ninguno de los legisladores que aprobaron la reforma es capaz de explicarme el impacto que ésta tendrá en las y los justiciables. En pocas palabras, no tienen ni la más remota idea de la dimensión de sus acciones, sólo saben que el expresidente lo ordenó y ellos están ahí para hacer su voluntad.
Qué terrible que en el Congreso de la Unión se siga legislando sobre las rodillas. Pareciera que el diálogo y el consenso, indispensables en todo ejercicio parlamentario, causan repugnancia a los que hoy deciden en nombre de millones de mexicanos y mexicanas.
Cito de nuevo a mi querido amigo, "Con esta reforma le recetaron a la Constitución y específicamente al Poder Judicial Federal una medicina para una enfermedad que no tenía."
Un ejemplo más de una política absurda que busca destruir para transformar.
Titular de Aliadas Incidencia
Estratégica e integrante de la
Red Nacional de Alertistas.
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