En 1972 la representante federal por el Estado de Nueva York, Shirley Chisholm se convirtió en la primera mujer afrodescendiente en contender por la candidatura del Partido Demócrata a la presidencia de Estados Unidos. Hoy, después de 52 años, la abogada afroamericana Kamala Harris, cumplirá el sueño de Chisholm de ser la primera mujer negra en liderar la candidatura demócrata a la Presidencia de EU. La llegada de Harris a la candidatura demócrata ha marcado un parteaguas en la historia política estadounidense, no solo por la renuncia de Joe Biden, sino por el impacto que su arribo ha tenido en las expectativas de millones de mujeres y hombres de todas las etnias y grupos socioeconómicos, que ven en ella a la única figura que puede revertir las políticas misóginas, racistas y xenófóbas de Donald J. Trump.

Tristemente, la candidatura de Kamala Harris ha desatado una ola de sexismo, machismo y misoginia sin precedentes en las historia política estadounidense, aún más que con Hilary Clinton en 2016.

En las últimas dos semanas, tanto el expresidente republicano Trump como sus seguidores, han arreciado sus ataques contra la vicepresidenta Harris, y no por sus posturas políticas, sino por el hecho de ser una mujer de ascendencia indio-africana. Por ejemplo, en la entrevista realizada durante la plenaria de la Asociación Nacional de Periodistas Negros, Trump arremetió contra Harris al argumentar que ésta "de repente dio una vuelta y se convirtió en una persona negra" un comentario común entre supremacistas blancos. Por su parte, su compañero de fórmula, JD Vance, se refirió a ella como incapaz de ocupar la presidencia porque es "una mujer loca, con gatos pero sin hijos". Por otro lado, destacados líderes republicanos han pedido a sus militantes abstenerse de hablar de manera peyorativa de la vida sexual, la apariencia física y la maternidad de Harris, porque eso ahuyenta al electorado, especialmente a las mujeres.

Los ataques contra Kamala Harris no son nada nuevo. Por el contrario. Denostar a una candidata con el propósito de desacreditarla, difamarla, denigrarla y poner en entredicho su capacidad o habilidades para gobernar, son una vieja táctica de quienes se sienten amenazados por la presencia, cada vez mayor, de mujeres en la vida pública y política.

La diferencia entre EU y México es que nuestro país ha reconocido la necesidad de sancionar a quienes ejercen violencia política por razones de género en contra de candidatas, militantes de partido y funcionarias. Por eso, realizar actos de violencia política contra una mujer puede significar la pérdida de la candidatura, la inhabilitación como funcionario e, incluso, la muerte política.

La historia nos enseña que los políticos viejos recurren a viejas prácticas. Estoy segura que, conforme avance la campaña, Donald Trump repetirá mil veces su viejo y cansado discurso sexista, ahora contra Kamala Harris.

Misma cantaleta, nueva víctima.

Titular de Aliadas Incidencia Estratégica e integrante de la Red Nacional de Alertistas. FB: maricruz.ocampo Twitter: @mcruzocampo

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