Hace unos días Kamala Harris aceptó la candidatura demócrata a la presidencia de Estados Unidos en un evento masivo en el que las voces de las mujeres norteamericanas se escucharon alrededor del mundo. En un ambiente de fiesta se vieron combativas y seguras de sí mismas y de su lugar en la historia, mientras reclamaban la protección de sus derechos.
Al mismo tiempo, en México, Claudia Sheinbaum recibía la constancia de mayoría como presidenta electa de las manos de la Magistrada Mónica Soto, primera mujer en presidir el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación. En su discurso del 3 de junio de 2024, ante miles de personas, la futura Presidenta de México declaró "No llegó sola, llegamos todas", un homenaje a la lucha de las mujeres feministas mexicanas que lograron llevar la paridad a la Constitución. Sin duda un logro decisivo en la lucha por nuestros derechos.
Tristemente, ambos eventos nos impidieron advertir las terribles condiciones que ensombrecen el futuro de millones de mujeres olvidadas del otro lado del mundo. En tanto en EU y México, mujeres empoderadas alzaban la mano para dirigir el destino de millones de personas, el gobierno Talibán de Afganistán anunciaba una nueva transgresión a los derechos de las mujeres: ahora tendrán prohibido hablar en espacios públicos. Mientras el resto del mundo las ha olvidado, el sonido de la voz de las afganas se ha transformado en un delito.
A casi 30 años de la 4a. Conferencia Mundial de Beijing, en la que 189 países acordaron erradicar el yugo de la discriminación, la violencia y la falta de oportunidades que dobla el cuello de las mujeres, estamos muy, muy lejos de garantizar derechos y oportunidades para todas.
A finales del siglo XIX, la activista feminista, Emma Goldman, tenaz defensora de los derechos de las mujeres, a quien se atribuye la frase "Si no puedo bailar, no me interesa tu revolución", declaró en su libro Viviendo la Vida: "Puede que me arresten, me procesen y me metan en la cárcel, pero nunca me callaré; nunca asentiré o me someteré a la autoridad, nunca haré las paces con un sistema que degrada a la mujer a una mera incubadora."
Las mujeres feministas tenemos la obligación de gritar con fuerza para exigir que todas las mujeres y niñas del planeta puedan ser dueñas de sí mismas. Las mujeres feministas debemos desgañitarnos hasta quedar afónicas para que las mujeres que hoy temen perder la vida, sólo por hablar, puedan volver a alzar la voz. Debemos vociferar hasta que tiemblen el Estado, los cielos y las calles de todo el mundo.
Quienes piensan que podemos darnos el lujo de quedarnos calladas, viven ciegas y sordas, inmersas en los privilegios que les permiten guardar silencio.
El feminismo "silencioso", no es feminismo. El feminismo "silencioso" no existe.
Titular de Aliadas Incidencia
Estratégica e integrante de la Red Nacional de Alertistas.
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