Una de las reflexiones obligadas que nos deja el proceso electoral del 2 de junio de 2024, debe centrarse en el papel que los partidos políticos han jugado en el arribo de las mujeres a cargos de elección popular.

Para muchas la militancia partidista, donde han tenido que enfrentarse a los liderazgos masculinos que se resisten al cambio, ha sido su boleto de entrada a la política.

Un estudio realizado por el Instituto Nacional Democrático de Washington, DC, encontró que las mujeres son mejor recibidas en los partidos "jóvenes" o de reciente creación porque experimentan menos oposición que en los partidos "viejos" o consolidados. El estudio también reveló que haber participado en la construcción de un movimiento político no garantiza a las mujeres un lugar en los espacios de toma de decisión del partido.

Si bien cada vez más mexicanas participan en política, ocupar nuestro lugar en la mesa ha sido lento. La transformación legislativa que obliga a los partidos a incluir y fomentar la participación política de las mujeres, es un logro de las organizaciones de la sociedad civil, especialmente del movimiento feminista.

En nuestro país, la normatividad electoral ha elevado a rango constitucional el principio de paridad en todo; previene, reconoce y castiga la violencia política contra las mujeres en razón de género y obliga a los partidos, gobiernos e instituciones políticas ha implementar acciones con enfoque de igualdad. Con la elección de Claudia Sheinbaum a la Presidencia de la República, México pasa a formar parte de la corta lista de países que han avanzado en la protección, respeto y garantía de los derechos político electorales de las mujeres.

Durante los próximos años, en preparación para las elecciones de 2027 y 2030, las mujeres que integramos el movimiento feminista (legisladoras, presidentas municipales, regidoras, síndicas, gobernadoras, empresarias, activistas, funcionarias y académicas) debemos entender la importancia de hacer a un lado nuestras preferencias partidistas en pro de todas las mujeres. Juntas, al unísono, debemos continuar trabajando de manera coordinada para eliminar las prácticas discriminatorias, desiguales y violentas que aún persisten al interior de los partidos políticos; debemos alinear nuestras ideas, metas y energía para concebir una forma nueva de hacer política, alejadas de las estructuras patriarcales que buscan confrontarnos. La participación política de las mujeres es indispensable para la construcción de una democracia robusta, pacífica y madura en la que todas las personas nos sintamos representadas.

La elección de una mujer a la presidencia de México es sin duda el mayor logro de la lucha de miles de mujeres que, por más de 200 años, hemos demandado el reconocimiento de nuestros derechos políticos.

Claudia lo dijo mejor que nadie, "no llegó sola, llegamos todas".

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