La elección judicial inició hace apenas una semana y ya ha generado choques entre quienes apoyan el proceso y sus detractores. También, ha colocado en un enorme disyuntiva a quienes tenemos una profunda convicción democrática.

Elegir a jueces, juezas, magistraturas, ministros y ministras será sin duda un parteaguas para la justicia mexicana, para bien o para mal. Y si bien nuestro país no es el único en el que la ciudadanía decide mediante el voto quienes vestirán la toga, si es el primero en designar al tribunal constitucional (que debe servir como un candado para el Ejecutivo y el Legislativo) en un ejercicio complejo, oscuro y complicado, sumergido en la lucha partidista.

En lo personal, la decisión de participar o no en la elección de jueces y juezas me ha generado una gran inquietud. Por un lado, como ciudadana, siempre he pensado que votar es resistir, y que por más que nos indigne la elección de las y los integrantes del Poder Judicial, no significa que podemos darnos el lujo de faltar a las urnas. Creo firmemente en la obligación de participar en los procesos democráticos ya que, si no voto yo, otra persona elegirá por mi. Pienso que los cambios sociales que trascienden no emanan de las cúpulas del poder, sino a pesar de las cúpulas. Los cambios que trascienden los realizan las personas de a pie que prefieren ser parte de la historia y no aquellas que sólo contemplan la historia porque el verdadero poder está en la gente y no en la gente en el poder.

Por otro lado, como abogada constitucionalista, el procedimiento que se siguió en el Congreso de la Unión para aprobar la reforma al Poder Judicial, el ridículo uso de una "tómbola", lo turbio del procedimiento de selección de las y los contendientes, la confusa boleta y lo difícil que es acceder a información sobre las y los candidatos, me hacen pensar que participar en esta elección sería tanto como legitimar lo reprochable.

Mi propia indecisión me ha llevado a concluir que votar o no el 1 de junio es una decisión estrictamente personal, que cada quien debe realizar desde el análisis profundo de sus convicciones.

Con todo, yo si saldré a votar el 1 de junio, no porque esté de acuerdo con la reforma judicial ni tampoco porque considere idónea la elección popular para el nombramiento de jueces, magistradas y ministras. Sé que no votaré desde el convencimiento, por el contrario, lo haré a pesar de la rabia que siento de que el sistema de justicia mexicano se haya puesto en riesgo de una manera tan irresponsable. Lo haré tras analizar, en la medida de lo posible, los perfiles, trayectorias, conocimientos, capacitación y referencias de las y los candidatos. Votaré para cumplir un deber cívico. Votaré y no juzgaré a quienes decidan manifestarse en contra, de manera sedentaria, quedándose en su casa. Esa es su forma de mostrar su desacuerdo y la respeto.

a elección va porque va y cada quien debe decidir con plena libertad si acudirá o no a las urnas.

Titular de Aliadas Incidencia

Estratégica e integrante de la Red Nacional de Alertistas.

FB: maricruz.ocampo

Twitter: @mcruzocampo

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