Una semana de Juegos Olímpicos y se ha abierto el signo, esa jorobita bajo el punto, el punto que sólo es en la medida en la que abre, como sobre de carta que quiere saber antes que salir a decir o pontificar, porque las palomas de Notre Dame andan de verano como las golondrinas en la oscuridad, a lo Bécquer o a lo Montparnasse, a lo boina negra y las notas sepias de un diario, una semana de, ¿a dónde se van los grandes esfuerzos, los insospechados lances que no sirvieron para ganar el punto crucial, quién los recordará cuando todo haya terminado, a dónde va el aliento del atleta que dio todo en la duela para ganar el partido y el marcador indicó lo contrario, hacia dónde se dirigen las plegarias de los deportistas que imploraron las noches largas del desaliento en el momento justo antes del combate, en el que se dirimía algo más que el prestigio o el futuro diploma personal, qué hacer con el orgullo que se quedó en el lócker antes del heat preliminar en el que uno se miraba a sí mismo en el espejo del alma y el espíritu para saltar al campo del atletismo de la resistencia con el ímpetu de los que intentaron cambiarlo todo, qué será de los luchadores interiores que estuvieron en el foro, solos y a solas, para jugarse la vida con las armas disponibles, nunca suficientes, nunca completas, para dirimir el duelo, que antes fue dolor, soledad, quebranto, desánimo, abatimiento, salir al anfiteatro de la tragedia en el que la mayoría no obtiene los premios por los que ha batallado, cuál es el rumbo de los desolados, qué almanaque les dará nombre y apellido, nacionalidad o un lugar en la wikipedia, quién pensará en el desplante que registró la cámara en la que ella o él se deshicieron con aplomo para obtener un lugar entre los bienaventurados, fueron insuficientes la ilusión y la fe para el acierto, para regresar de la adversidad, qué será del pulmón, del corazón y de las lágrimas de aquellas madrugadas en las que, sin compañía, solo la voz de las nubes y la sabiduría de los árboles, como testigos y serenos miembros del cuerpo técnico del impulso, del no te rindas, del sigue, del ahora no, no aquí, no en este momento, mañana, mañana en la batalla piensa en mí, quién escribirá los versos del quebranto en París o en Atenas o en Los Ángeles, qué ángel o ninfa da consuelo a los vencidos, hacía dónde se van los suspiros de quienes perdieron, los que no se subirán nunca al podio de la publicidad, los que habitarán el olvido de los tiempos, los que volverán a casa sin flores, ni fanfarrias, ni aeropuertos, poemas inconclusos del récord, para dónde se fueron, entonces, los días, los meses y los años del desgaste, del sacrificio, sirvieron de algo las pequeñas victorias sin importancia, para quién las deshoras, en verdad esta maleta vacía es la recompensa a la valentía o vendrán otros vacíos, más dolorosos más ausentes, cómo será el amanecer de mañana con esta derrota a acuestas, cómo levantarse y volver al entusiasmo, a la carga, o acaso ya es hora de abandonarlo todo y comenzar la era del recuerdo, el transcurso cotidiano de la normalidad, qué fue de aquel espejo, de ella o de él, en el que comenzaron todo, cuando la aldea era casi normal, casi igual a todas, repetición de oficios y tejido de tedios, en la que hasta los suspiros rompían el orden prosaico de las cosas, por qué comenzaron aquella ruta en aquel día si éste era el final, por qué esta voz que no responde a la inquietante pregunta de la desdicha: por dónde empieza un nuevo camino para un corazón cansado?


Twitter: @LudensMauricio

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