Ahora que quedó sepultada la faramalla del gobierno federal morenista en torno al Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (Inai) -y que la desaparición de este órgano constitucional autónomo está casi consumada-, se han multiplicado las preocupaciones en torno al control de la información por parte de quienes se han caracterizado por la opacidad, sobre todo en torno a las llamadas grandes obras que vienen del lopezobradorismo y que, todavía ahora, no permiten su conocimiento total.
Pues bien, la presidenta Sheinbaum- que también avaló la imposición de Rosario Piedra en la CNDH- está ejecutando otra de las venganzas del demagogo de Macuspana, quien se caracterizó por mentir y hablar de “otros datos” -que nunca probó-, para no aceptar sus evidentes fracasos.
Ahora se transita de los otros datos al dominio absoluto de los mismos, al actuar como juez y parte: se atropella la independencia y la probada utilidad social en función del derecho al conocimiento de la verdad. AMLO aseguró: “no tenemos nada que ocultar” -pero escondió todo lo que pudo y, parte de ello, probablemente lo compromete-; en tanto, Sheinbaum sentenció: “La transparencia va a quedar en la Secretaría Anticorrupción y de Buen Gobierno”, lo que -según el temor que comparten analistas - equivale a decir: la manejaremos nosotros, como consideremos, sin autonomía y desde el oficialismo, según nuestros propios intereses.
Lo cierto es que la repartición de funciones de organismos autónomos dentro del andamiaje oficialista sólo propicia opacidad y desconfianza, al favorecer el hiperpresidencialismo morenista.
Cuando se pretende sustituir la verdad por la propaganda y la demagogia -como enseñó y predicó López Obrador-, se instrumenta el desmantelamiento institucional independiente para el control de la información gubernamental, a pesar de que ello constituya una lamentable regresión democrática.
Quienes dicen que con la desaparición del Inai se lucha contra la corrupción, lo que buscan es asegurar que buena parte de la que existe -y se oculta-, no se conozca. ¿O acaso la Secretaría abrirá la información “reservada”, “clasificada”, “reservada” o archivada pretextando conceptos como “seguridad nacional”?, ¿Denunciarán sus excesos y complicidades?, ¿eso harán? Si ello ocurriera, finalmente se conocería, por ejemplo, información sobre el desfalco multimillonario de Segalmex, reservada por 5 años; datos negados de la Refinería de Dos Bocas, el Tren Maya, el Aeropuerto Felipe Ángeles, y muchas, muchas más que mantienen en secrecía por conveniencia.
Sheinbaum dijo que habrá “más transparencia, sin corrupción”, aunque corrupción también es desinformar, mentir, simular y encubrir, lo que genera -también- impunidad, frente a la indefensión ciudadana.
Admitir el inconsistente y autoritario discurso oficial sobre el exterminio del Inai equivale a aceptar que, deveras, el mismo gobierno federal informará a los ciudadanos respecto la ineficiencia y corrupción que existe en su interior. ¿Usted lo cree?