Para algunos, el problema no es la porquería —corrupción, excesos, demagogia, etc.—, siempre y cuando no se haga visible ni salpique, por lo cual, aseguran, no hay que encender el ventilador porque el riesgo es que comience a volar, además de la de los implicados directamente, la de quienes los acompañan; incluso, la de quien se atrevió —con intención o sin ella— a poner en funcionamiento el abanico.

Así las cosas en Morena, pero en estos días no por casos tan significativos como los de Bartlett; Ignacio Ovalle (Segalmex, exjefe, amigo y protegido de López Obrador); Félix Salgado Macedonio (senador y papá de la gobernadora de Guerrero —quien asegura que votará contra el nepotismo—, y está acusado de delitos sexuales); y tantos otros; no, ahora no se trata de ellos, sino del enfriamiento que han recibido dos personajes considerados traidores en sus anteriores partidos, pero funcionales al oficialismo; se trata del senador expanista Miguel Ángel Yunes Márquez y el exgobernador priista Alejandro Murat. Parece que ya no los quieren, o necesitan. Al menos, como antes.

El asunto de los Yunes aparece como indefendible desde el panismo, e intrincado desde el morenismo. Yunes Márquez —quien ya había recibido la presidencia de la Comisión de Hacienda del Senado—, luego de afiliarse oficialmente, recibió un revés público por parte de la gobernadora de Veracruz, Rocío Nahle, quien fuera acusada de corrupción. Así, con credencial en mano, tendrá que esperar, pues según la dirigente formal, Luisa María Alcalde: “será la CNHJ de Morena quien evalúe su procedencia y tome una determinación”. Esto cayó como agua fría a quien había dicho: “me he sentido realmente acogido”.

Nahle ignoró la otrora bienvenida partidista y lo señaló —junto con su familia—de estar involucrado en una red de lavado de dinero, entre otros delitos. Y lo hace responsable de acusaciones en su contra, pues es momento de ajuste de cuentas, a pesar de sostener que no es nada personal.

Han recibido salvamento, pero la traición de los Yunes podría no salir como esperaban, pues la frase: “a los amigos, justicia y gracia; a los enemigos, la ley a secas”, tiene varias interpretaciones, según el grupo lopezobradorista que se trate. Y, cualquiera de ella, no responde a una visión ética estricta, sino a conveniencias.

El expriista Alejandro Murat Hinojosa se tomó la foto con Alcalde —con credencial de morenista—, pero no ha podido contener el rechazo del gobernador y los senadores oaxaqueños. Tiene imputaciones de corrupción en su paso por el Infonavit y su administración estatal, además de su presunta vinculación con funcionarios españoles en el llamado “Caso Koldo”. Otra situación es la del protegido y rescatado exgobernador panista, Javier Corral, quien —según dijo— no se afiliará a Morena, pero seguirá sirviéndole.

El reciente rejuego morenista no obedece tanto a un celo legal y justiciero como a desquites entre modalidades de acusadores y culpables, o viceversa. Como sea, las aspas del ventilador remueven algo de la suciedad interna, aunque no toda.

Google News