Entre las víctimas de la administración morenista que está por concluir están la ciencia, la tecnología y buena parte de la comunidad científica, donde ha demostrado incapacidad y fracaso.

Las principales razones que explican este fenómeno tienen que ver, inevitablemente, con la incomprensión, desinterés e incongruencia del titular del Ejecutivo federal y quienes se han prestado a sus maniobras en este sector.

A López Obrador no le ha interesado el desarrollo de la ciencia y la tecnología, y tal vez ni entienda la importancia de las mismas, pues es sabido —como lo demuestra su trayectoria— que no constituye una de sus prioridades.

Satanizó a científicos y los utilizó como nuevos enemigos de conspiraciones imaginarias para engañar y justificarse. ¿Y en qué terminó la patraña oficialista? Pues en otra farsa de su gobierno.

Ha contado con personajes tan patéticos como María Elena Álvarez-Buylla, directora del Conacyt, ahora Conahcyt (Consejo Nacional de Humanidades, Ciencia y Tecnología). Ella se ha distinguido por trastabillar entre desaciertos y conflictos en su afán por agradar al oficialismo, al cual se debe. Así, en lugar de enfocarse en fomentar, de manera eficiente e imparcial, el desarrollo de la ciencia y la tecnología en el país, ejerció filias y fobias lopezobradoristas para ejecutar la embestida contra científicos, investigadores y académicos. Además, ha sido señalada por imponer criterios tendenciosos y discriminatorios en cuanto a becas, estímulos y resultados de trámites.

De hecho, se ha distinguido por su cruzada contra lo que ha llamado “ciencia neoliberal”, lo que la ha traído de comedias en tragedias debido a su propaganda alejada del rigor “científico”.

Se recuerda que el 20 de abril de 2020, utilizó el concepto “ciencia neoliberal” y le atribuyó todas las maldades imaginables y, en contraposición, un cúmulo de bondades a sus generalidades convertidas en única propuesta de soberanía y salvación nacional.

“La pobreza intelectual del Presidente en torno a la ciencia es mayúscula —explicó el reconocido científico Antonio Lazcano—, y la incapacidad de la doctora Álvarez-Buylla de hacerle ver la realidad es una responsabilidad con la que va a tener que cargar el resto de sus días”.

Qué pena que el tabasqueño sólo haya demostrado desprecio a la aspiración de preparación, excelencia académica y deseo de progreso de los mexicanos, aunque esto, tal vez, responda a su propia biografía; pero, en todo caso, ¿qué culpa tienen los ciudadanos de sus carencias, resentimientos y su deplorable visión de la educación, la cultura y la ley, entre otros temas centrales del bien ser y bienestar nacional?

Ahora, con Sheinbaum, hay quienes tienen cierta expectativa de que algo pudiera modificarse al convertir el Conahcyt en Secretaría de Ciencias, Humanidades, Tecnología e Innovación con la morenista Rosaura Ruiz Gutiérrez. Aunque, el problema central es la visión ideologizada, partidista y sectaria que ha animado a quienes han tenido la responsabilidad de la ciencia y la tecnología, bajo el paraguas de la simulación.

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