Una de las equivocaciones lamentables y significativas de Sheinbaum —por seguirle el guión a López Obrador— es la decisión de no invitar al Rey de España, Felipe VI, a su ceremonia de investidura debido a que —según dijo— no respondió a una carta que el tabasqueño le envió para que pidiera perdón por agravios de la conquista.
El morenista había pedido “autocrítica” —algo que no conoce— y también se había quejado: “ni siquiera tuvo la atención de contestarme”; encubriendo sus verdaderas intenciones ideológicas y políticas.
Pero, rabietas aparte, ha sido difícil tomar en serio a quien arrastra la investidura presidencial y pone pausas según su humor y delirios, particularmente cuando víctima de su verborrea le ha dado por meterse en asuntos de otros gobiernos mientras simula defender la autodeterminación de los pueblos, como candil de la calle y oscuridad de su casa.
Como ha puntualizado Agustín Basave y Fernández del Valle: “El México actual no se explica sin la Nueva España, pero tampoco se explica sólo con ella. El México contemporáneo no es, ni quiere ser, una sucursal de España”. Así es, y no se puede negar la impronta española en el alma nacional, a pesar de manipulaciones de embusteros.
Sobre la importancia del mestizaje cultural, el filósofo añade: “La mexicanidad tiene su origen en la integración de las cosmovisiones indígenas –cosmogonías, teogonías, costumbres, concepción de la vida y el universo- con la cultura hispano-católica con el humanismo latinoamericano y su pléyade de valores”.
El fanatismo de López Obrador por la Leyenda Negra —junto con sus resentimientos— le impide aceptar la identidad nacional, así como las aportaciones derivadas de la conquista española —entre espada y cruz—, como religión, idioma y apertura a la cultura occidental, entre muchas otras. ¿Será que la conquista espiritual en la conformación de la mexicanidad no lo deja en paz?
El presidente Joe Biden tampoco contestó absurdas cartas que le envío desacreditando a Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad, AC —que en su momento reveló que “José Ramón (uno de los hijos), tiene un estilo de vida en Houston muy distinto a la austeridad que pregona su papá”—, por lo que AMLO desató su venganza contra María Amparo Casar, la titular de dicho organismo.
Al fallido intento de liderazgo internacional, habría que agregar este penoso asunto —avalado por Sheinbaum— como parte de la contradictoria política exterior del populista que todavía habita el Palacio Nacional —que empezó a construir Hernán Cortés—, mientras chabacano afirma que concluirá “con fiestón, con bailongo”.
Pero él, tan propenso a exigir disculpas, ¿cuándo pedirá perdón por tantas arbitrariedades, mentiras, demagogia y cinismo, por el daño causado a nuestro país?, ¿harán falta cartas, firmas o más gritos de “dictador”, “narco presidente” o “corrupto”, como el abucheo del “pueblo bueno y sabio” en Veracruz?
Hoy, mientras algunos siguen ofreciendo sus corazones a su ídolo, la pregunta es ¿cuándo pedirá perdón a los mexicanos?, de la misma manera que exige a otros.