Mintió respecto a su persona, en su trayectoria como opositor, también como jefe de gobierno, respecto a un imaginario fraude y también en su campaña, y siguió mintiendo desde su toma de posesión y hasta la fecha, López Obrador ha sido un presidente mentiroso, a pesar de recomendar no mentir y bla, bla, bla.
Les miente a todos y por cualquier motivo, incansable.
Pero no sólo eso, crea sus propias mentiras y las vive, y las impone a los suyos, y —cual iluminado— exige que todos las crean a riesgo de acusarlos de corruptos, neoliberales u otra infamia.
De hecho, si su sección palaciega ¿Quién es quién en las mentiras?, fuera seria —y consistente—, ocuparía el primer lugar, sin competidores cercanos.
Es conocido el seguimiento de afirmaciones falsas, engañosas o que no se pueden probar por parte de Luis Estrada, director general de SPIN-TCP, vertidas en las Mañaneras que se han distinguido como ejercicio propagandístico y de desinformación con uso de recursos públicos. Estrada puntualiza que López Obrador, por Mañanera, dice alrededor de 103 afirmaciones de la naturaleza citada; o sea, mentiras o, en el mejor de los casos, afirmaciones dudosas. Una parte —tan sólo una parte— de los engaños se encuentra en el libro El imperio de los otros datos. Tres años de falsedades y engaños desde palacio, de Editorial Grijalbo.
Todo esto a pesar de los baños de pureza presidencial y su pretendida superioridad moral. Ah, y su conciencia tranquila.
Con motivo de su último informe de gobierno, trae la puntada de que participamos de sus errores, farsas y barbaridades. “Lo hicimos entre todos”, dice en los spots televisivos. No, los abusos, chabacanerías y disparates tienen derecho de autor, son todas del tabasqueño y sus cómplices.
Eso de nuevos libros de texto “con orientación humanista y científica”, la verdad es que hicieron millones de libros ideologizados y con tantos desaciertos —tan sólo más de 115 errores ortográficos— como falta de palabras y lugares y fechas equivocadas, que le debería causar vergüenza, aunque, la justificación no tuvo desperdicio: la titular de la SEP, Leticia Ramírez, sostuvo que todos los libros de texto han tenido fallos —vaya nivel—; y su polémico director de Materiales Educativos, Marx Arriaga, fue contundente: “No son errores, son áreas de oportunidad”(sic). ¡Cuántas áreas de oportunidad deja el presidente!
Sus mentiras no tienen límite. Difunde que “los medicamentos son suficientes y gratuitos”, lo cual resulta ofensivo pues la escasez de los mismos se comprueba cotidianamente.
Sin pudor, afirma: “en seguridad funcionó la estrategia…se reduce la delincuencia, ahora hay menos homicidios, menos feminicidios, menos robos, menos secuestros…”. Asegura esto cuando es notorio su fracaso y las cifras oficiales lo exhiben, así como el número de homicidios dolosos junto con el inocultable avance del crimen organizado en el país.
Enfermo de poder absoluto, niega la realidad e impone la mentira como estilo de gobierno, mientras intentan cubrir con aplausos su desnudez.
El presidente, impune, sigue mintiendo.