Son pocas las instituciones que suelen aprender a tiempo de sus crisis —las razones de ello son muchas— y, al no hacerlo, sus fracasos se repiten una y otra vez, y en distintas modalidades, hasta que, nuevamente, y obligadas por las circunstancias, tienen que replantearse. Esto mismo demuestra su vulnerabilidad y exige realismo y decisión, más allá de posiciones acomodaticias y convenencieras que suelen existir en su interior. Y el PAN no es la excepción.

Acción Nacional, al menos desde antes de las dos últimas elecciones presidenciales, ha perdido muchas oportunidades de detenerse en el camino y preguntarse, de manera seria, ¿por qué ha ido perdiendo atributos y acumulando cuestionamientos? ¿Por qué han disminuido sus resultados electorales? ¿Por qué no ha logrado consolidar un proyecto político alternativo a nivel nacional? ¿Por qué no ha podido gestionar suficientemente muchas exigencias sociales? ¿Por qué no se comunica eficientemente? ¿Por qué muchos panistas no siguen los principios del partido? ¿Por qué no aprovechan inteligentemente la crítica externa? ¿Por qué solapan en sus filas a más de algún corrupto y varios impresentables?

Claro, la autocrítica no equivale a autodestrucción, pero tampoco a complacencia y menos en las condiciones en que ahora se encuentra, si es que verdaderamente quiere evitar más de lo mismo.

Sin embargo, se ha preferido posponer la introspección realista, y sin concesiones, por parte de quienes creyeron que ello significaría debilidad ante procesos electorales que, dicho sea de paso, terminaron perdiendo, en algunos casos estrepitosamente. Y así pasó el tiempo, acumulando extravíos y contradicciones bajo conveniencias de dirigentes y candidatos beneficiarios del PAN, en tanto que los costos de su incompetencia y ambiciones los ha pagado la institución, y, en ocasiones, también el país. Esto, también, multiplicó ciertas conductas nocivas en su interior.

Se podrá decir que el partido ha realizado importantes aportaciones y tiene buenos gobiernos en algunos lugares, lo cual resulta indiscutible, pero a nivel país —como se puntualiza en esta colaboración—, las dirigencias recientes han ido de tropiezo en tropiezo, con determinaciones erróneas confundieron a la militancia y favorecieron objetivos de contrarios. Preocupadas más por el control, el acomodo de su grupo, el manejo del padrón junto el reparto de posiciones, y el aseguramiento de las que consideran propias, apenas se han ocupado —y mal— del blanquiazul en materia electoral, dejando atrás toda la dimensión sociocultural, cívica y política de la institución, misma que ha parecido no importarles.

Existen responsabilidades y responsables. Es hora de rendir cuentas.

Hay mucho que hacer. Reconciliarse con la sociedad —no sólo con militantes y electores—, no es tarea fácil y requiere de mucho de lo que hasta el momento ha faltado: realismo, resolución y prudencia.

Para Acción Nacional sería muy lamentable que todo quedara en un mea culpa para salir del paso y se mantuviera a los mismos y en lo mismo. Veremos.

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