Es verdad, como dicen priistas, que varias veces se ha anunciado la muerte de ese partido y, hasta el momento, sigue vivito y coleando -lo que signifique-, como también lo es que va arrastrando miserias entre mentiras, traiciones y fracasos.

El Partido Revolucionario Institucional, uno de los proveedores de políticos y prácticas para Morena, enfrenta una situación crítica que considera, inclusive, su sobrevivencia.

Como apuntó el analista y exgobernador priista de Aguascalientes, Otto Granados: “Por ahora, no se ve cómo podría el PRI reinventarse o refundarse en una alternativa real y concreta a ojos del electorado porque su espejo está ahora en el gobierno”, y, “bajo esa perspectiva, es irrelevante quien se quede con el PRI y no hace falta que desaparezca porque, la materia, ya se refundó en Morena. La consecuencia verdaderamente grave será el retroceso de una democracia que apenas empezaba a dejar atrás el acné”.

El actual líder tricolor, Alejandro Moreno, Alito, y su grupo buscan conservar el poder, a la vieja usanza, como lo han aprendido y practicado. Estamos, sí, ante una disputa de poder donde su partido también paga consecuencias que parecen importar muy poco cuando de control, candidaturas y dinero se trata.

El PRI está notablemente disminuido, aunque el botín incluye prerrogativas e influencia para el manejo de intereses personales que considera –por supuesto- el precio de votos, negociaciones y posiciones. Su dirigente es, por decirlo menos, indefendible y, sin duda, necesita el cargo como escudo protector, tabla de salvación. Independientemente de sus lamentables resultados electorales, su rol como mandamás ha sido desastroso para militantes conscientes de que, cada día que pasa, acumulan más y más desprestigio y existen menos razones para que la ciudadanía sufrague por ellos.

Habituado al pleito y el escándalo, su actuar se ha complicado ahora que le exigen que aclare –entre otros asuntos- el origen de su patrimonio que tiene como una de sus expresiones la mansión de alrededor de 300 millones de pesos. Esta propiedad, ubicada en Campeche, se ha convertido en símbolo de corrupción y extravagancia insultante.

Ha sido señalado por presuntos recursos de procedencia ilícita, enriquecimiento ilícito y también peculado. No obstante, con un discurso poco creíble, se dice perseguido, usa su funcional “antigobiernismo”, y es apoyado por Rubén Moreira, quizás su aliado más importante.

Aspira a su relección, cumplir su tercer periodo y permanecer hasta 2032, aunque es calculado como poco confiable porque su perfil opositor podría diluirse de manera acomodaticia en cualquier momento, de Alito a Amlito.

En este sentido, se le atribuye a su opositora y exdirigente nacional, Dulce María Sauri, este pronunciamiento con evidente dedicatoria: “Si el presidente López Obrador hubiese elegido a una persona para destruir al PRI, creo que no hubiese habido mejor elección”.

Alito revira: “esa bola de cínicos jamás pondrá al PRI de rodillas”.

“Porca miseria”, puerca miseria, experimentan y propagan en el Revolucionario Institucional.

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