Con el anuncio de la transformación de la Secretaría de la Función Pública en Secretaría Anticorrupción y de Buen Gobierno, se prometieron cosas parecidas a las del sexenio pasado -ojalá que ahora sí se cumplan-, y lo menos que puede exigir la ciudadanía es que no sea más de lo mismo: simulación, protección e impunidad para partidarios, y persecución y descrédito para quienes no lo son.
Como sabemos, López Obrador aprovechó la supuesta lucha contra este nocivo fenómeno como herramienta de acceso al poder -con respaldo popular-, y medio para amparar y castigar según su arbitrio. Y, como recordó la expresidenta del entonces IFAI, María Marván Laborde: “dijo que iba a combatir la corrupción y no persiguió a ninguno de los suyos”, además de conducir un gobierno opaco e impune.
Y es que la corrupción incluye el abuso de poder para beneficio propio o de un grupo, suele presentarse envuelta en demagogia y se consolida en la impunidad. Aún están presentes los escándalos de corrupción del gobierno federal anterior, a pesar de maniobras por no reconocerlos y hasta justificarlos.
Por razones de espacio, enfoquémonos en Seguridad Alimentaria Mexicana (Segalmex), creada por AMLO al fusionar Diconsa y Liconsa. Este ejemplo recupera indicadores significativos, por tratarse de su amigo y primer jefe, Ignacio Ovalle, quien es reconocido como El Intocable. Y con razón. Ovalle es protagonista del desfalco por más de 15 mil millones de pesos, posteriormente enviado al Instituto Nacional para el Federalismo y el Desarrollo Municipal -órgano desconcentrado de la Secretaría de Gobernación-, y hasta ahora no enfrenta ningún proceso penal en su contra.
En junio del año pasado, el entonces titular de la Función Pública -hoy Secretaría Anticorrupción y de Buen Gobierno-, señaló que el saqueo era por 9 mil millones, y luego -según informó la SFP-, el fraude representaba 2 mil 700 millones de pesos. ¡Ah! López Obrador explicó que Ignacio Ovalle es gente buena, pero lo engañaron, aunque “no somos tapadera” (sic). Y, aunque usted no lo crea, mencionó: “están en la cárcel los responsables y no hay impunidad para nadie, yo diría que esa es la mancha que me llevo, aun cuando enfrentamos esa corrupción sin tolerancia de ningún tipo”.
Para que el tabasqueño reconociera una mancha -en medio de tantas que lo acompañan-, podemos imaginar el tamaño de la misma. Además de que la negación de la impunidad, a la vista de todos, revela que -como en otros hechos- se trata de impunidad decidida y ejecutada desde el poder.
Y vinieron con el cuento del “único caso de corrupción”, y demás falsedades para intentar esconder la suciedad. Con razón, Marván Laborde, al referirse al tema en cuestión, lamentó que López Obrador “después de haber prometido el combate a la corrupción; con pruebas evidentes, no sólo no lo haya combatido, sino que esté protegiendo al titular”.
La presidenta Sheinbaum anunció: “Vamos a fusionar lo que sería Segalmex con Diconsa para hacer una sola unidad (Segalmex) tuvo sus problemas que ya conocen algunos”. Sí, corrupción impune por decisión oficial.