Hace unos días escuché los temores que tienen algunos turistas sobre las acciones que pueda ejercer a su regreso como presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, y cómo podría impactar al turismo. Cabe recordar que, durante su primera administración, Trump implementó medidas como el veto migratorio a países específicos, lo que generó una percepción de que viajar a EE. UU. podría ser complicado para ciertos grupos. Si estas políticas se reintroducen, desde luego, desincentiva a los viajeros de las regiones afectadas en su momento, como Somalia, Yemen, Siria, Libia e Irán, es decir, países mayoritariamente musulmanes. La promesa de campaña con la bandera de realizar “la mayor cantidad de deportaciones” en la historia de su país, y de finalizar el muro fronterizo con México, es uno de los temores más apremiantes, lo que probablemente provoque un descenso de visitantes, no sólo de México, si no de países percibidos como fuente de migración.

Y entiendo la preocupación, quisiéramos ser positivos, pero si su administración endurece los requisitos para la obtención de visas de turista, podría oscurecer el panorama, pues la mayoría sabe que se ha caracterizado por priorizar un enfoque más restrictivo en cuanto las entradas al país. La imposición de requisitos más duros para visas de turismo y negocios podría reducir la llegada de viajeros internacionales, lo que afectaría particularmente a mercados emergentes como China, India y América Latina, que han demostrado ser importantes motores de crecimiento para el turismo estadounidense. También las tensiones con ciertos países podrían afectar el flujo, especialmente si se aplican sanciones o políticas restrictivas, pero a su vez, podría atraer turistas de esos países con los que tiene buena relación. Las grandes ciudades como Los Ángeles, Chicago, San Francisco y Nueva York, que suelen ser destinos turísticos clave, podrían experimentar un efecto combinado, pues estas urbes, tradicionalmente más progresistas, fueron críticas del gobierno de Trump en su primer mandato, lo que podría atraer visitantes interesados en la cultura e identidad de estas áreas como símbolos de resistencia al trumpismo. Por otro lado, los parques nacionales y otros destinos naturales, que son grandes atractivos para el turismo doméstico e internacional, esperan nuevamente debates sobre su financiamiento y accesibilidad, pues durante el mandato anterior se propusieron recortes al presupuesto para su mantenimiento.

Es bien sabido también que Estados Unidos es sede de numerosos eventos de renombre, ferias comerciales, congresos y convenciones, lo que podría beneficiar a otros destinos en caso de que dicho país no los arrope.

Queridos lectores, no nos estresemos, el turismo internacional no sólo depende de Estados Unidos, sino también de las relaciones diplomáticas entre países, y algunos lo ven como una oportunidad, un ejemplo es la posibilidad de que la Unión Europea busque acuerdos específicos con otros mercados como América Latina y China para impulsar el turismo con visados ágiles y mejores conexiones. Lo cierto es que vivimos en un mundo interconectado y no podemos echar marcha atrás, la clave será que el sector turismo deberá adaptarse rápidamente a cualquier cambio de manera positiva y encontrar formas de paliar los impactos negativos, con lo aprendido en la anterior administración. ¿Ustedes qué opinan?

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