En esta colaboración se habla de viajes, de trayectos, recomendaciones, de hospedajes, lo bueno y lo malo de algún lugar, qué comer en cierto destino y qué no, de transportes y más. Pero qué tal que hoy les platico de las personas, sí, de los viajeros, esos que en aquellos tiempos remotos eran sabios por lo que experimentaban en sus travesías, de aquellos que se guiaban por sus instintos, por la naturaleza, su destreza, su maestría de la vida, y de lo que les podemos aprender. Sí, me refiero a los Reyes Magos: Melchor, Gaspar y Baltasar.

La historia de estos personajes es uno de los relatos más interesantes, pues esos tres sabios viajeros provenientes de oriente fueron guiados por una estrella especial hasta Belén, cruzaron desiertos, mares y montañas para ofrecer sus regalos al niño Jesús a quien reconocieron como el “Rey de los Judíos”, sin duda una narrativa cargada de simbolismos. No solo porque resume la generosidad y la esperanza, sino porque dicha expedición es uno de los pocos traslados que no tienen prisa. Ellos no solo caminaban hacia un destino físico, sino hacia un encuentro cargado de fe, de misterio y, por encima de todo, de tiempo. Deambularon despacio confiando en que llegarían a algún lugar, sin dudar, sin apresurarse, como si el mismo acto fuera parte del regalo. Hoy en día nos olvidamos de ese componente esencial de los viajes, la paciencia, el disfrute, la espera. Vivimos en un mundo que exige inmediatez. Estamos acostumbrados a los vuelos rápidos, los destinos a solo un clic y la gratificación instantánea. Pero cuando observamos la figura de los Reyes Magos, vemos un ejemplo opuesto, no se precipitaron ni se estresaron, ni siquiera por las tormentas o los obstáculos, ¿lo notaron?, su viaje, el trayecto y su entorno, es la clave de su magia. La tradición suele asociar tres regalos con significados simbólicos: el oro representaba la realeza de Jesús, el incienso su divinidad, y la mirra, que significaba su sufrimiento y muerte, pues es un producto utilizado en los rituales de embalsamamiento.

Cierto es también que, en muchas culturas antiguas, los viajeros eran vistos como personas sabias, no solo por las experiencias acumuladas, sino por su contacto con diversas civilizaciones y conocimientos. En la Grecia clásica, por ejemplo, los filósofos y pensadores a menudo viajaban a otras ciudades o a tierras lejanas en busca de sabiduría. Heródoto, el “Padre de la Historia”, es un buen ejemplo de estos viajeros que buscaban entender el mundo a través de la observación directa. De igual manera, en el Oriente, el viaje no solo era un medio de intercambio comercial, sino una forma de adquisición de conocimientos. Los viajeros eran portadores de información sobre avances en medicina, filosofía, astronomía y otras ciencias. En este caso, se ha dado un simbolismo, con Melchor representando a Europa, Gaspar a Asia y Baltasar a África.

Queridos lectores, yo siempre he dicho que independientemente de los sitios que tanto deseamos conocer, todos estamos inmersos en un maravilloso viaje, en nuestro paso por este mundo con una ruta llena de experiencias, y justo cuando el año comienza hay un viaje que se cruza con nuestras tradiciones, el de los Reyes Magos, que nos recuerdan que los viajes se disfrutan, sin prisa y despacio, y que lo más importante no es el destino, sino el camino. ¿Ustedes ya enviaron su cartita?

*Periodista y conductora

Premio Internacional de

Periodismo Turístico 2022

Otorgado por la OMPT

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