Esta es una fecha muy importante en la historia del arte, se tiene un antes y un después al ser el punto de inflexión del arte moderno. Situémonos en el año de 1863, en París, y recordemos a todos esos artistas que en su momento pasaron al “Salon des Refusés” o “Salón de los Rechazados”, donde artistas como Monet, Renoir, Modigliani, Sisley, Pisarro, Monet, Morisot, Cassat, fueron algunos de los talentosos artistas que pasaron por ese “salón de la vergüenza”, por pertenecer a esa clase de artistas que pintaban temas como desnudos, temas cotidianos, borrosos, o de menor gracia, al no cumplir con los estándares del jurado dejando 3 mil obras fuera.

El acierto de haber pintado algo así es que, hoy en día, estos artistas antes mencionados el día de hoy tienen una larga historia que contar y qué mejor manera de hacerlo que comenzando con esta anécdota de haber pasado por el “Salón de los rechazados”. Gracias a ello, todos estos artistas son recordados como grandes portadores del arte impresionista, de la “belle époque”, por decisión de Napoleón III.

Una época donde es considerada como la época dorada de París, en la que tras la llegada de la modernidad representa una fecha clave en la historia del arte, ya que gracias a este salón ubicado al lado del “Salón Oficial” le da paso a artistas que siguen exponiendo su majestuoso trabajo en los mejores museos del mundo.

A más de algún espectador le provocaba mucho repudio las obras de Modigliani, porque exhibían a mujeres mostrando su vello púbico, provocando incomodidad a sus sentimientos morales más puros, creían que eso no era digno de ser considerado como obras de arte, y como esto también pasa en el caso del cuadro titulado Olympia, de Manet, en cuyo caso decide pintar a una prostituta en su cama, acompañada de un gato negro y una criada, misma que en la imagen se ve como le obsequia un arreglo de flores, posiblemente de alguno de sus clientes satisfechos, por lo que es criticada esta obra por no retratar a una joven aristócrata, digna de la época.

Y ya ni qué decir de Las bañistas de Cezánne, porque no entendían cómo podían ser capaces de llamarse “arte” a esas obras costumbristas, al ser consideradas acciones que ellos mismos podrían estar realizando.

Sin embargo y pese todo lo anterior, lo mejor sin duda de ese año (1863) es que nace Joaquín Sorolla, artista español, que a su corta edad queda fascinado al ver el Museo del Prado, de ahí que decide no dejar de pintar, estudiar en lugares como Roma, Italia y París, Francia, donde ayudaría a poder apreciar de mejor forma el arte clásico y renacentista, así como descubrir cómo influiría en su vida la pintura impresionista, misma que influye mucho en su obra y que retratara al aire libre como era de costumbre en esta época, destacando con gran maestría el contraste y los matices de la luz natural, combinado las escenas cotidianas y paisajes que vivía en el momento.

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