Cuando las analogías fantásticas de la cotidianidad se hacen presentes en un espacio en el que se muestra una serie de pinturas que denotan una estructura religiosa, unida a la iconografía martirial, con el deseo de humanizar a personajes visto como héroes, se le permite dar paso a la radicalidad de pensamiento, lo cual da posibilidad de ir más allá de la bondad y la maldad.

De esto y más nos relata Andrea Valdés, a través de 12 piezas —pinturas y esculturas—, quien busca tratar desde la perspectiva de la religión la experiencia de la artista desde el contexto de una familia clásica tradicional, mediante el acercamiento de imágenes clásicas en apariencia, que permiten darnos una idea de la perturbación que tenía la mujer, al pensar que debía cargar su cruz, normalizando la idea de no poner límites y sobreponiendo sus necesidades causando una inquietud en esta exposición al espectador.

Andrea Valdés es egresada y docente de la licenciatura en Artes Plásticas en la Facultad de Artes, de la Universidad Autónoma de Querétaro, UAQ, quien nos comparte su primera exposición individual titulada Adorada seas sin ser, en la galería Agustín Rivera, ubicada en la misma facultad.

Valdés trata de recuperar la decadencia de todos los materiales contemporáneos, a través de la finitud y la decadencia con imágenes neo sacras que no duran durante tantos siglos con la combinación de la vida rápida que tenemos ahora.

Es por ello que, a través de esa narrativa personal, la joven artista trata de hacernos partícipes de esa sensación tan aterradora que vivieron las mujeres mártires que se miran en esta muestra de plástica contemporánea y que miramos desde hace mucho tiempo en tiempos donde la enseñanza era hacer notar que la vida duele y que debías esforzarte por conseguir mediante el sufrimiento lo que quisieras, siendo ese el límite de la entrega hacia la vida, porque eso es lo que te hace bien.

Valdés nos habla sobre la teología de la liberación, poniéndonos en el imaginario colectivo donde se quedan muchas imágenes que sirven para jugar a reflexionar sobre toda la corrupción que hay del propio cuerpo y su visceralidad.

Así mismo, reivindica con su poética el lado femenino en el compromiso que ella realiza en cada elemento simbólico que ahora nos presenta en esta muestra, la cual, con el apoyo de la museografía del reconocido restaurador, Salvador Pichardo, da una atmósfera muy interesante a la poética de la obra de Andrea, la cual nos presenta una técnica neo barroca queretana, incluso dándole un parecido al trabajo de Odd Nerdrum, nos muestra que hay permeabilidad con sus pinceladas transparentes, incluso recordando la paleta de Rubens.

Las musas retratadas buscan dignificar los cuerpos y protegerlos para que cada quien elija lo que quiere ser, a través de la libertad corporal es lo que se pretende pueda ver el espectador.

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